La mecánica cuántica nos dice que la luz puede comportarse al mismo tiempo como una partícula y como una onda. En ese sentido y en ese contexto se habla de la "dualidad partícula onda". Hace poco se consiguió hacer la primera fotografía de la luz como partícula y onda a la vez. Resulta sumamente interesante que la naturaleza, lo que existe vaya demostrando, a medida que disponemos de más medios para "ver", que lo que sucede en los niveles profundos de lo que llamamos "realidad" tiene mucho que ver con la experiencia profunda de la vida de la que nos habla la espiritualidad en su vertiente mística. Intentaré explicarme mejor porque quizá parezca una relación forzada.
Desde luego la relación entre mística y Física Cuántica lleva años generando todo tipo de reflexiones, algunas profundas y ricas, otras un tanto facilonas, y también encendidos debates pero, sea como sea, lo que comienza a ser un consenso en determinados ámbitos de reflexión espiritual y científica es que el fondo de lo que existe tiene más que ver con la "no dualidad", el "vacío", la "unidad" que con la dispersión, división, dualidad, etc.
En el caso de la luz los científicos afirman su carácter dual por el hecho de que puede comportarse como partícula y como onda a la vez, en este sentido se habla también de "naturaleza doble". Esta característica de la luz me resulta sumamente sugerente e inspiradora por la semejanza de fondo que guarda con los procesos interiores del ser humano. El camino de ser lo que verdaderamente somos es un proceso en el que durante un primer nivel de nuestra existencia interpretamos la vida y construimos nuestra identidad para poder desenvolvernos en este mundo con sus exigencias y reglas, las que alcanzamos a entender desde lo que denominamos "ego". Un ego bien construido es imprescindible para poder desarrollar nuestra vida, sin embargo, ese no es el punto de llegada sino el punto de partida. Aprovechando lo que decimos de la luz, podríamos afrmar que durante un periodo de nuestra vida nos comportamos como "partículas", generamos una comprensión del mundo, de nosotros mismos, de los demás, de la vida basado en divisiones, límites, circunscripciones mentales, categorías y algoritmos que nos facilitan comprender la realidad en su complejidad. Categorías como "yo-tú", "mío-tuyo", "fuera-dentro", "arriba-abajo", "bueno-malo", "amigo-enemigo", "derechas-izquierdas", "verdad-mentira", "blanco-negro", etc, provienen de la mente dual, ámbito del ego.
Llegado cierto momento del desarrollo personal, comienza a surgir algo más, comienza a evidenciarse que esas categorías no son suficientes, se experimenta que en uno/a mismo/a hay mucho más: es la llamada de nuestro ser Esencial, de un fondo de la vida personal y de todo lo que es que tiene otras reglas, otras categorías. Llega el momento de conectar de veras y permanentemente con nuestra realidad de "onda". La luz en cuanto onda se propaga lo mismo en el vacío como en medios materiales. De alguna manera el concepto de "onda electromagnética" nos puede servir para entender lo que somos en el fondo de nosotros mismos, nuestra verdadera naturaleza. Más allá de la concreción ("partícula") de este ser al que llamo "Elena" o "Pedro" o del que digo "es médico" o "es amiga de...", está ese continuo ("onda") que existe y se manifiesta tanto en el vacío (no-hacer, vacuidad, pura receptividad, nivel transpersonal) como en el medio natural (la vida cotidiana). Pero el uno no anula al otro, somos partícula y onda a la vez.
Somos luz (curiosamente Jesús lo afirma en el evangelio: "vosotros sois la luz del mundo"(Mt 5 14-16) y por ello podemos comportarnos como partícula y como onda a la vez, no obstante, pasamos mucho años identificándonos con nuestra manifestación como partícula hasta llegar a creer que sólo podemos vivir y manifestarnos como tales, olvidando que en nosotros vive también la posibilidad de manifestarnos y actuar desde la categoría de onda y poder así ser, vivir, actuar tanto en el vacío como en el medio natural. Nuestro ser puede manifestarse en plenitud en el ámbito de la vida cotidiana irradiando en él la luz que somos. Para ello es preciso dejar que la luz sea, dicho de otra manera, conectar con la dimesión de profundidad a la que denominamos "interioridad" para encontrar allí esa otra "parte de mí" más desconocida quizá, pero incluso más real a la que llamamos nuestro ser Esencial. El camino hacia esa "no dualidad" pasa por la superación del ego, por un salto cuántico que nos lleve del comportamiento como partícula al comportamiento como onda. En el momento de ese salto existencial sólo se percibe el vacío, la pérdida, quizá miedo y temblor, pero es la mera reacción del ego que no sabe leer esas nuevas categorías, que no conoce el nuevo terreno propio del "no-yo". Lo que viene después es la experiencia de la Vida plena: libertad al desaparecer el miedo, sobretodo el miedo a la muerte, felicidad permantente al conectar con la Fuente de Sentido habiendo atravesado la certeza del absurdo de la vida, la Paz duradera al haber luchado en la noche con los fantasmas del pensamiento. Termina por comprenerse desde el corazón que eso que somos lo somos desde siempre y para siempre, sin saltos, inmutablemente, algo que en el nivel de conciencia "partícula-ego" es imposible de captar pero que en el nivel "onda-ser esencial" otorga la capacidad para seguir viviendo la cotidianeidad enraízados en el SER. Así, cada uno/a de nosotros/as, llegados a ese "lugar" existencial, brillamos, somos luz en todo momento.
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