La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.
Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.
En el blog de Javier Palacios "reflexiones quijotescas" encuentro este maravilloso mensaje y no puedo resistirme a traerlo aquí como merecido homenaje a los verdaderos Maestros y Maestras, los guardianes de la llama de cada niño, de cada adolescente, de cada joven.
Cada niño nace con una preciada llama dentro de sí, una llama interior de asombro y el potencial de comenzar. Esta llama ilumina el camino que se extiende hacia delante encendiendo la curiosidad y reavivando la pasión. Pero hay momento en los que esta llama es desafiada. Desde dentro y desde fuera. La llama puede flaquear bajo la presión. Puede ser ahogada por inseguridades personales. Si bien los chicos pueden llegar a tropezar, nunca estarán perdidos. Los maestros estarán protegiendo esas llamas a cualquier precio, junto con una familia atenta y cariñosa. Son los maestros quienes permanecen al lado de cada alumno. Tanto en las alegrías de la vida, como también en las tristezas. Estos custodios de las llamas pueden ayudar y guiar, porque ellos comparten esa llama del aprendizaje que brilla fuerte desde dentro. Estos maestros conocen el corazón del niño, valoran todo tipo de inteligencia. Los maestros ayudan a cada chico a escalar, más alto, más lejos y durante más tiempo y a adueñarse de los desafíos a lo largo de su misión. A aprender y vivir lo que hacen mejor. Los maestros celebran los triunfos y protegen en las tormentas para mantener esa llama calmada, encendida y cálida. Y, entonces, es hora de volver la mirada a ellos, estos custodios de la llama. Les agradecemos su pasión y les damos un gran reconocimiento por su conocimiento, investigación, ciencia y arte que les permite ser custodios de las mentes y los corazones. Para mejorar nuestras escuelas tenemos una opción: escuchar la voz de los maestros. Voces tan diversas que protegen la llama interior de cada alumno. Con el don de saber qué es lo correcto para mantener cada espíritu brillando fuerte. Entonces escuchemos a nuestros maestros a la hora de imaginar y diseñar colegios que mantengan nuestra llama encendida y que permita que cada niño brille.
La educación no es llenar un balde, sino encender un fuego
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