No hacer daño... No hacernos daño. Preciosa y sencilla consigna que podría acordar cualquier persona con otra o con otras: entre padres e hijos, entres esposo, entre amigos, entre los miembros de una comunidad, entre países. Bella utopía un mundo en el que cada uno llevara inscrito en su corazón este "santo y seña": "No hacer daño".
Ayer, mientras recibía una masaje para liberar mis cervicales y lumbares, cargadas y doloridas ellas, me asombraba la pericia de mi joven masajista. Hace un mes el masaje fue suave, sin "entrar" demasiado. Ella captaba la inflamación de mis zonas doloridas. Un mes después, ayer, sus manos y dedos entraban a la busca de tendones "enredados y anudados". Sí, me dolía, pero era ese dolor que se siente es necesario, bueno, sanador y sobretodo, notaba claramente que mi cuerpo estaba preparado y receptivo para ese nivel de fuerza y de trabajo. Era el "tiempo oportuno", sí.
Al terminar lo comentamos. Cada inflamación es una capa protectora de algo dolorido. Pretender llegar al músculo o al tendón sin respetar esa inflamación sólo creará un dolor mayor repleto de resistencia. Ella, mi masajista, me decía "No hace falta hacer daño" ¡Qué buena idea! Con ella me fui a casa. Era el día de mi cumpleaños. Entraba en esos cuarenta y nueve que ya suenan a mucho pero que una siente que no son nada porque siguen vivos los sueños, las ilusiones, sigue viva la Vida.
A estas altura de mi vida creo de veras que "no hace falta hacer daño". Que es hermosos vivir y tratarse a uno mismo y a los demás respetando nuestras zonas doloridas, acariciándolas hasta que se calmen y se abran para entonces sí,poder afrontarlas, nombrarlas, tratarlas, aunque duela de hecho un poco o mucho. Ha habido momentos de mi vida en los que yo misma he precisado una "susto" para reaccionar y los agradezco, sí, a veces puede ser bueno "ir al grano", pero... Hoy resuena en mí con contundencia ese "no hace falta hacer daño" como algo sabio y bueno y como algo tan necesario en un mundo lleno de dolores.
Me gustaría ser masajista, siempre me ha gustado, pero no sólo masajista en el sentido estricto, sino en el sentido amplio: saber cuando alguien precisa un toque suave, relajante o precisa mano firme, energía. No asustar al dolor de nadie, sino acunarlo para que se abran las puertas de acceso a ese "punto" interno que es preciso tocar y recolocar, eso sí, a su "tiempo oportuno"
2 comentarios:
Cómo a veces, algo corriente puede en un instante hacerse sobrenatural...
Ah...Felicidades y muchos más!!! :-)
Gracias, Angélica.
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