Una vez más nos sucede como con la Navidad: celebramos misterios cristianos sin tener ni idea de qué significan. Así que las carreteras se llenaran de coches, los hoteles de personas, las playas de toallas y las procesiones más conocidas de tablets y móviles lanzando destellos.
Como leí en algún lugar, una vez más nos olvidamos del protagonista de la Navidad y de la Semana Santa: Jesús de Nazaret.
Pero también habrá estos días no pocos y pocas que dejarán sus casas y acudirán a Pascuas para jóvenes, Pascuas familiares, otros se retirarán en monasterios y otros muchos harán cabriolas para entrar de lleno en el significado de estos días densos de la vida de Jesús manteniendo el ritmo de cada día y buscando momentos de interiorización cuidando de enfermos, atendiendo necesidades familiares... Ellos y ellas buscarán en la contemplación y profundización del Triduo Pascual, agua fresca para sus vidas, regeneración de la Esperanza y fortalecimiento del Amor.
Sí, una vez más creo que debiéramos dejar de ser hipócritas como sociedad y que aquel que no cree en Dios y, sobretodo, aquel que se ríe de la religiosidad y de la fe de otros/as, siguiera con su vida como lo hacemos cuando nada hay nada que celebrar. Pero no, disfrutaremos gustosos de unas vacaciones incluso en lugares exóticos y caros gracias al "recuerdo" de la Muerte y Resurrección de uno a quien algunos aceptamos como rostro de Dios. Eso sí: algunos no creyentes me mirarán como a un bicho raro y esbozarán una sonrisilla socarrona si intento explicarles porqué y cómo celebro yo aquello en lo que sí creo y que orienta mi vida.
Mi deseo es que los que nos dejemos adentrar en la Pascua del Señor, seamos removidos por la hondura de cada uno de esos tres días y recuperemos y actualicemos en nuestras vidas el sentido del paso de Dios hecho uno de tantos y el servidor de todos por nuestro mundo.
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