La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 29 de octubre de 2018

Karlfried G. Dürckheim: la centralidad del "exercitium" y su relación con el trabajo corporal y la apertura a la trascendencia

Como algunos sabéis, durante varios años estuve formándome en Barcelona  en Leibterapia Personal, método Dürckheim, de la mano de Laia Monserrat. Me llevó a ello, además de la certeza de haber descubierto en Laia a una gran Maestra, la enorme atracción y fascinación que hace años causaron en mí las obras de Dürckheim, especialmente su librito "Experimentar la Trascendencia", un libro que lleva junto a mí muchos años y que ya no admite que lo subraye y coloree más de tanto como lo leo y consulto.

Dürckheim es una de las figuras relevantes desde mi punto de vista para entender en profundidad y con la lucidez que proviene de la sabiduría adquirida por la experiencia y no tanto por la sola reflexión, lo fecunda que es la interrelación Oriente-Occidente.

Desde el ámbito de la práctica meditativa, los tres años de aprendizaje junto a Laia Monserrat de la meditación zen laica, han aportado a mi vida de oración algo importantísimo en referencia al lugar que nuestra corporalidad ocupa en el proceso interior espiritual. Con esa práctica del "gesto justo" propia del zen y subrayada por Dürckheim, mi vida de oración siento ha encontrado un "lugar" físico que antes le faltaba. 

Por ello trascribo a continuación unas ideas sacadas del libro "El despuntar del Ser" de Karlfried G. Dúrckheim, publicado en Ed. Mensajero (págs. 79-80):

Dejarse iluminar por la luz sobrenatural es también sensibilizar una actitud interior y espiritual que sea accesible al Ser. En la medida en que el hombre pueda hacer algo para prepararse a la la gran Experiencia, ese algo implica siempre una disciplina de preparación del porte, que permita acoger el Ser, permanecer y fundirse en Él. Hay actitudes que hacen imposible la experiencia del Ser y otras que lo favorecen, Oriente sabe mucho a este respecto; antes Occidente también lo sabía, pero ahora ha de aprenderlo de nuevo. 
Todo ejercicio que tenga como finalidad abrir al hombre a la luz sobrenatural es un "exercitium ad integrum". suprime todo cuanto sea obstáculo para vivir la experiencia del Ser y cultiva aquello que la favorece. El ejercicio va enfocado, principalmente, a mermar el yo egocéntrico, su historia, su orden espiritual, dando paso al Ser eterno, más allá del tiempo y del espacio, que no es posible encerrar en ninguna forma. Existen muchos ejercicios que purifican al hombre y le preparan al encuentro con el Ser. Los primeros van siempre destinados a una distendida inmovilidad del cuerpo, a controlar la respiración y a descubrir "el propio centro". Ninguno de ellos está destinado exclusivamente al hombre oriental. Uno de los signos que caracterizan la pretensión del espíritu occidental es pensar que puede darse un verdadero cambio sin que el cuerpo cambie, y por consiguiente que se puede guiar a una alma descuidando y sin que se orienten de nuevo las funciones del cuerpo en las que el alma se hace realidad al exteriorizarse en la existencia.


Aquí tenemos, en estas líneas, un claro y maravilloso resumen de porqué en la propuesta de EI que animo, nunca hemos olvidar la relación interna, profunda, indisoluble entre cuerpo y corazón, entre trabajo corporal y apertura a la trascendencia. 

No son pocos los centros educativos que implementan con ilusión y gran creatividad todo lo referente al trabajo corporal y la integración emocional, pero que se pierden, dudan o incluso esquivan el tercer contenido que yo recomiendo: la apertura a la transcendencia.

Desde la propuesta antropológica que subyace a nuestra propuesta, el ser humano es una unidad corpóreo-psico-espiritual y a esa unidad nos dirigimos y hacia la toma de conciencia de esa unidad apuntamos. Es por ello, que no podemos restar profundidad al porqué del trabajo corporal, reduciéndolo a algunos momentos de respiración consciente o de relajación o expresión corporal desconexos entre sí. El lugar profundo donde encuentra sentido el trabajo corporal es esa unidad de la corporalidad, la psique y el alma humanas. El cuerpo está llamado a ser transparencia del alma, del Ser, de la "chispa" divina que nos habita. 

Si no sabemos bien como trabajar el tercer contenido de la EI, es decir, la "apertura a la trascendencia", simplemente profundicemos en la cuestión antropológica desde el punto de vista de la espiritualidad profunda y veremos como el trabajo corporal es una vía maravillosa para conectar con la esencia personal siempre y cuando quien acompañe ese proceso esté él/ella mismo/a en conexión con su Ser profundo.

Hacerlo de otro modo vuelve a repetir esquemas de funcionamiento que "encapsulan" cada dimensión convirtiéndolas en ámbitos inconexos que  creemos equivocadamente pueden trabajarse por separado. No puede, no debe ser así. Por ello, una vez más, se hace imprescindible reflexionar a fondo en la cuestión antropológica de nuestros proyectos de EI  y resulta irrenunciable que los maestros/as ellos /as mismos/as trabajen con su cuerpo y en su cuerpo ese desarrollo del hombre-mujer espiritual. Sin ello, caemos, como señala Dúrckheim, en la pretensión occidental de pensar que puede darse un verdadero cambio sin que el cuerpo cambie.

Su aún dudamos, simplemente recordemos que aludiendo a la también necesaria reflexión teológica de este camino educativo de la interioridad humana: creemos en un Dios encarnado. Poco más hay que decir.



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