La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 4 de agosto de 2020

Nuestros mayores ¿a quién le importan?

El curso pasado escribía una entrada de cierre de curso invocando la navegación por plácidas aguas vacacionales de desconexión.

Este año no puedo hacerlo. Me voy de "vacaciones" cansada de este modo de manipular la vida de las personas por parte de los que pueden hacerlo. Cansada de seguir normativas que unos dicen son casi sagradas mientras otros las tiran por tierra calificándonos de "aborregados" a los que, con buena fe, las cumplimos. Cansada de vídeos y contravídeos de médicos que dicen una cosa y otros que dicen la contraria. Harta de que ahora todos nos creamos doctores en medicina porque llevamos mascarilla quirúgica y usamos gel hidroalcohólico.

Que pare el mundo, o más bien, decido pararlo yo. Paro el mundo o mundillo de mensajes de voz, videos, noticias, titulares, miedos, sustos, quejas...

A estas alturas de lo "pandémico" ya vemos que nadie tiene nada claro y navegamos en aguas de poca o ninguna certeza. Sí, seguimos en la consabida incertidumbre (que siempre ha formado parte de la condición humana), jugando aún a hacer ver que podemos controlar algo y poner día y hora a todo.

Lo que no cambia o cambia a peor, es el mundo de la burocracia. Con el virus por ahí, el sistema de asistencia social empeora su funcionamiento. En mi caso el resultado es ver como mi madre en cuatro meses, sufre un empeoramiento y privación de las ayudas que tenía, al cerrarse su centro de día sin darnos alternativa alguna.

La rutina que tanto bien le hacía física y anímicamente de salir de casa para ir a pasar unas horas con personas de su edad con las que ha creado lazos de cariño y amistad, rota "por su bien". Yo no entiendo nada y, este año, las vacaciones me causan tristeza, porque veo de qué modo se deja la vida de los mayores en un "stand by" injusto y forzado repitiendo que es "por su bien". Pues, señores míos, lo que yo veo en mi casa no es ningún bien, todo lo contrario.

Me voy de vacaciones cansada, decepcionada, enfadada. No me importa reconocerlo. Digo "stop" a tanta estupidez y mentira disfrazada de verdad. Que no pretendan que comulguemos con ruedas de molino, por favor.

Viendo la situación de mi madre y de sus compañeros de centro de día y de tantísimos ancianos, sólo poniendo ahí la mirada, a mí me entran ganas de reír por no llorar.

Para colmo de los colmos, se nos notifica la necesidad de volver a repetir papeleos oficiales en agosto. Aquí estoy: teléfono, ventanillas, páginas webs sin acceso. El verano y el COVID dan la mejor de las excusas para complicar aún más el complicado mundo de la burocracia.

Lo veo claro: tener más de 75 años en este país es ser un cero a la izquierda. La generación que levantó todo, que se sacrificó, que lo ha dado todo, ahora están aparcados por un sistema que prima la atención on line, lo digital, justo aquello para lo que nuestros mayores no han podido prepararse. 

Me indigna y mucho el maltrato institucional a nuestros padres y abuelos. ¿Saldremos a la calle por ellos/as? ¿Lucharemos por ellos y ellas como lucharon por nosotros? No lo creo. Así de triste, lo confieso. El COVID nos ha dado una buena excusa para no movernos.

Con todo, quiero creer tozudamente, que algo bueno puede nacer de todo esto. Sólo espero que mi madre pueda verlo.




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