¡Vé más allá!
Aquí me tienes de nuevo,
subida a esta bicicleta estática que me conduce a ninguna parte fuera de mí,
pero que, transformado el pedaleo en un ejercicio meditativo, me permite
visitar diferentes lugares dentro de mí.
Esta bici me permite
elegir niveles de dificultad. Tras unos minutos de calentamiento en el nivel básico
(¡qué bien se está en ese nivel!), la bici, de forma autómatica me plantea la
dificultad del “nivel 2” con un ruidillo que anuncia mayor oposición en el
pedal (¡cómo he llegado a odiar ese ruidillo!)
Pedalear ahora me cuesta
más. Percibo el trabajo en mis músculos. Responden. Me siento alegre. Sudo más
y veo como en el indicador las calorías caen y caen como las piezas de un
dominó… Sudor y cansancio se afrontan mejor con esa certifificación de calorías
que se van (¿será la zanahoria para que el burro avance?). Mi corazón late más
rápido bombeando sangre y oxígeno a mis músculos. ¡Qué maravilla el cuerpo
humano!
Y es en ese momento que
aparece ante mí la pregunta: ¿qué es lo que ha hecho en mi vida que fuera capaz
de asumir nuevos retos?… ¿Con qué oxigeno mi musculatura espiritual para que
afronte el esfuerzo mayor de algunos momentos vitales?... ¿Qué “zanahoria” ha
hecho que en determinados momentos no tirara la toalla con respecto a…?
Me concentro y dejo que
la respuesta vaya apareciendo al ritmo de mi pedaleo.
Cuando la vida me ha
puesto delante ese “nivel 2 “de esfuerzo o incluso niveles más altos, me doy
cuenta de que, en primer lugar, nunca lo he buscado, no lo elegido. La Vida no
es como esta bici a la que yo le digo qué nivel de dificultad quiero asumir
para mi ejercicio cotidiano. No, la Vida te lo pone delante cuando menos te lo
esperas y, ahí precisamente reside la “gracia” (o la “desgracia”, según te
pille) de todo esto.
Una vez ese nivel de
dificultad aparece sin haberlo elegido, si se acepta el reto sin enmascararlo o
sin huídas, para poder “ir más allá” he precisado de puntos de referencia.
Los puntos de referencia
han sido y son los que me animan a afrontar las etapas de la vida con
confianza. Un punto de referencia vital, confiere seguridad y da confianza. Certifico
que sin confianza no se puede avanzar. Quizá sea la propia confianza el punto
de referencia imprescindible.
Confianza en mí misma,
esa es imprescindible. Confianza, además, en la propia sabiduría de la Vida:
“Si esto viene es porque me conviene”. Confianza en Dios: Siempre fiel.
Confianza, con el paso de los años, en los pasos ya dados, en las tormentas ya
navegadas y superadas y el bagaje de sabiduría que dejaron. Confianza en quienes
me quieren bien…
Cada obstáculo, cada
crisis, cada necesidad de cambio y evolución los he vivido y los vivo como una
maravillosa invitación que la Vida me hace a “ir más allá”. Unido a ello, la
Vida también me pide que vaya más allá no sólo en el cambio sino, en ocasiones,
en la permanencia y el sotenimiento de lo que no debo dejar ir, de lo que debo
cuidar.
Cambio y permanencia, son
elementos de la vida.
Dos movimientos que nos
configuran a todos. Discernir lo que debe quedarse en y con nosotros y lo que
debemos dejar ir… Es un arte.
Todo ello me parece a mí
que forma parte de ese “¡vé más allá!” al que la Vida nos convida, casi
a diario, incluso en lo más sencillo y cotidiano.
Y a ti: ¿qué te ayuda a
ir más allá? ¿cómo has vido y cómo vives los momentos de mayor nivel de
dificultad de tu vida? ¿Cuáles han sido y son tus puntos de referencia?
¡Ánimo! ¡a pedalear!
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