Ninguna representación que hagamos de la divinidad es la divinidad, ninguna afirmación que nos sitúe en la perfección espiritual, es auténtica porque lo espiritual no es algo que “tenemos” es algo que “somos”.
Silenciarse es una ardua tarea, porque no sólo consiste en la
postura corporal o en determinado ritmo respiratorio. Silenciarse comienza, sí,
por la ejercitación fiel en un modo de silenciamiento, el que sea, menos o más
elaborado. Pero es sólo la cubierta del libro. Creo que, si supiéramos lo que
comporta la verdadera iluminación o despertar, saldríamos corriendo.
Creo que es así. Hoy, por suerte o por desgracia, está de
moda hablar del despertar, del crecimiento interior, de la interioridad, de la
meditación, de la “no dualidad” pero me da la impresión de que muchos de
quienes nos interesamos por ello e incluso le dedicamos tiempo de estudio y de
práctica, lo hacemos porque nos quedamos en la zona de confort del asunto, allí
donde el vértigo del Misterio y de lo verdaderamente profundo, no nos amenaza.
Crecer internamente, secundar la llamada del SER, de Dios, es
un ejercicio de lucha contra el ego inmaduro, supone mirar a la cara nuestras
sombras más aterradoras. En momentos muy densos, requiere ayuda de maestras y
maestros espirituales y también ayudas psicológicas. Porque tomar en serio
nuestro ser presupone un trabajo, un ejercicio permanente de “no bajar la
guardia”, de no creerme que sé nada. A la vez, también es necesario aprender a
afirmarse, a decirse a uno mismo lo que valgo y dejar que otros me lo digan,
renunciando a las falsas humildades que ocultan a veces tantos miedos o tanta
soberbia.
Llegar a ser lo que se es y quien se es, nos convierte en
aprendices de todo y maestros de nada. Y creo firmemente que muchos abandonamos
el camino cuando este nos pide cambios que son como “el hijo amado”. Cuando el
camino del silenciamiento nos descubre nuestros “falsos dioses”, muchos
abandonamos y nos conformamos con las veredas fáciles de transitar.
Carl Jung se refiere a esto cuando afirma: “uno no se ilumina
imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad. Este último
proceso es desagradable y por tanto no es popular”. Efectivamente, no es
popular ni atractivo indicar que crecer internamente supone atravesar muchas
oscuridades y sentir mucho cansancio. A veces conlleva la incomprensión de los
más íntimos. Tarde o temprano, aparece la imperiosa necesidad de cruzar a
orillas ignotas sabiendo que no hay vuelta atrás. En palabras de M. Kaplan, la
verdadera naturaleza de la iluminación es el matrimonio de la iluminación y la
“oscuración” . Lo oscuro forma parte de la luz. Ser conlleva descubrir quién y
quién no soy. Ser conlleva vivir con el ego mientras se hunden las raíces en el
“no-yo”. Se dice muy fácil. Vivirlo pasa por recorrer caminos muy áridos en
ocasiones. Vivir así requiere silenciarme: silenciar mi cuerpo (no olvidarlo,
no dejarlo de lado sino “corporeizar” el silenciamiento). Silenciar mi mente,
la gran charlatana y anticipadora (silenciarla para aclararla, para salir de
sus embrollos). Silenciar las emociones cambiantes (no eliminarlas o
bloquearlas, sino iluminarlas e integrarlas). Silenciar todo cuanto me sé de
memoria de mí mismo, de la vida, de “lo espiritual”, incluso de Dios.
Pueden pasar años, muchos años, hasta que aprenda a
silenciarme. Debe aplicarse una “muy determinada determinación” como aconseja
Teresa de Jesús. Dürckheim también incide en esta centralidad de la práctica
mantenida de las técnicas de silenciamiento:
El ejercicio
del camino interior comienza justo en el momento en que ya se sabe hacer
aquello que se practica. Es una permanente repetición (…) Las experiencias que
vivirá aquél que ha abordado con seriedad el Camino son tan enriquecedoras y
liberadoras, como duras le parecen las exigencias de la transformación a aquel
que se mantiene cerrado al Ser, que no vive sino por su yo existencial.
(Extracto del libro SER de Elena Andrés, págs.
120-123)
3 comentarios:
La entrega a Dios es 100 % ni siquiera el 99,99, es el 100%, sacrificio, obediencia a Su Palabra, vaciarse de nuestras obscuridades, ego, acomodamiento, etc, si ahi llegamos El Espiritu del Creador podra habitar en nosotros, con Su Pureza, Su Poder y recien en ese estado tendremos Paz, Quietud.Porque debe ser una Fe Racional, no emocional. Gracias Elena por tus palabras.La respiracion es vida,el prio aliento de un Dios vivo en nosotros mismos.
Leonardo Bottaioli, Musicoterapeuta-303636591IL
Gracias por tu compartir, querido Leo.
Lo disfruto, cada vez que me acerco a Ser, gracias Elena. Hoy me miro más amiga de mí, viendo que apenas si me moví.. menos mal que no todo depende de mí.
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