Mirad esto que acontece: un diminuto gorrioncillo
aleteando en medio de un inmenso cielo
con el océano entero bramando bajo él.
Entre cielo y océano
se estremece y tiembla
el avecilla
fascinada, agotada, atraida.
¡Huye!... Huye mientras puedas,
recupera la ruta hacia
la tierra segura,
¡Huye!... Huye mientras puedas.
Corazón trémulo de contemplación
un chorro de sangre y vida
empuja al avecilla
hacia el oceánico centro.
¡Huye!... No te adentres más,
un chorro de luz y sal
genera corriente de aire
que empuja el vuelo más adentro.
Sobre el mar impetuoso, incandescente
de tu pasión divina
aletea este alma, diminuta,
frágil avecilla.
Mis pequeños ojos
atisban temerosos
los remolinos de tu Ser,
tu oceánica inmensidad.
Tu vida en explosión de olas
amenaza con empapar
este cuerpo
que ya desmaya ante tu visión.
¿Cómo llegué aquí?
¿Qué fuerza hizo levantar
de mi alma el vuelo?
Estoy aquí, ese es el hecho.
Aquí estoy y sobrevuelo
tu mar hondo, bravo,
ancho, terrible
y atrayente.
¡Huye!... ¡No te adentres más!
Ya no distinguen los ojos
contornos de tierra
ya sólo hay cielo y mar,
¡Huye!... ¡Te perderás!
Perdido está sin remedio
sólo puede el avecilla aletear
mientra es engullida por el mar.
Ya no hay cielo,
sólo mar, todo mar,
sólo océano, sólo inmensidad.
Impetuoso... incandescente pasión divina.
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