De nuevo la Cuaresma. Profunda pedagogía de cuarenta días (¡qué tendrá el número cuarenta!).
Para poder contemplar y vivir la Pascua de Jesús se necesita afinar los sentidos interiores, para ello nada mejor que afinar la vida diaria haciendo espacio, vaciando las horas de superficialidades para otorgar al paso mayor quietud y presencia.
El primer modo de afinar los sentidos internos es la oración, no el rezar, sino el orar. Hacernos presentes a Aquel que siempre nos es Presente, Presencia pura, Presencia que se da, que se regala, que desborda expectativas porque "es" al márgen de ellas.
Orar como respuesta de amor al Amor. Orar comenzando por aquietar el cuerpo y la mente, llevándolos más allá de sus múltiples ruidos. Orar con el coraje de escuchar hasta ser adentrados en el Silencio más elocuente, más lleno de Verdad. Orar con humilde recogimiento. Orar dejando que tome el relevo del ego el puro corazón, la mirada limpia, la sencillez y pobreza de espíritu. Orar con valentía y abandono dejando la palabrería para dar paso a la Palabra.
Orar como el pobre, clamando repetidamente "Jesús, ten misericordia de mí", hacerlo hasta que cada latido de mi corazón lo diga, hasta que mi cuerpo, mi mente y mi corazón vivan en la Presencia.
Mañana el ayuno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario