Siempre guiados por una enorme buena voluntad, percibo en el mundo educativo una enfermedad que le lleva a consumir proyectos. No se ha terminado de cerrar el ciclo de implementación de un proyecto, ya se está iniciando otro con la misma intensidad formativa, económica y grandes expectativas.
Desde este lugar virtual me atrevo a generar la fotografía de lo que ese consumismo de proyectos genera, fotografía que propongo a partir de numerosas conversaciones sobre este tema con muchos/as docentes en toda España.
- Como cada proyecto es igual de importante y de vital que el anterior, se impone la urgencia: ha de hacerse YA.
- Esa urgencia consigue opacar la visión de conjunto de tal manera que, en ocasiones, se proponen procesos formativos acelerados a los/as educadores/as que deben liderar tales proyectos.
- Curiosamente, para la formación adecuada, se llama a los mejores expertos/as que son, en general, personas que han tardado años en llegar a generar un sistema, elaborar una teoría, unos materiales y eso, en ocasiones, dedicándose en exclusividad a ese tema.
- Se pretende que los/as educadores/as que se forman en tal o cual proyecto ¡sean expertos en tres días, dos semanas o un mes! No se duda de la capacidad del formador/a para transmitir en tres días lo que a el/ella quizá le haya costado años llegar a dominar.
- La escuela concertada cuenta con personas tan buenas y entregadas en su haber que en seguida, llenos de ilusión y cariño, con bastante miedo también, se lanzan a liderar el proyecto de turno. Son personas que seguramente se han ilusionado con ello, se lo creen y casi, casi, lo sienten suyo, como "de toda la vida".
- A esta personas se les pide que creen el proyecto, lo den a conocer, incluso formen a sus compañeros pero se les da un tiempo limitadisimo para preparar todo eso.
- Además, la mayoría de esos/as educadores/as que se forman en un proyecto, quizá hayan estado también en el anterior, seguramente ya tienen otros cargos potentes en el centro, puede que sean tutores/as, coordinadores de... Vamos, que "siempre estamos los mismos en todo".
- Entonces, a veces sucede que esa persona formada, ilusionada, se encuentra entre la espada y la pared: se le ha pedido que se forme, se le pide que lidere, pero cuando se pone a hacerlo ¡todo son pegas y obstáculos!: no hay tiempo, no hay dinero, no podemos invertir en más materiales, no hay espacio, los/as educadores/as idóneos para formar equipo ya están pillados/as en mil cosas más...
- Así que puede que el resultado final sea el siguiente: un centro o un conjunto de centros con muchos proyectos maravillosos sobre el papel pero un claustro agotado y deseoso de ver cuajar algo, de tener tiempo para profundizar en lo bueno de cada proyecto, pero sin tiempo para ello porque esa ola de consumismo de proyectos ha enfermado la educación.
¿Exagero? Quizá sí, quizá no... Como decía Jesús: "quien tenga oídos para oír que oiga". Desde aquí doy fe de que conozco centros que ya están echando como pueden el freno e intentan racionalizar, o mejor, humanizar los tempos vitales de su centro o centros y dejar tiempo para que lo nuevo eche raíces y permita ver a qué da lugar.
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