Una red, en el mundo tangible, es una herramienta utilizada para pescar o para proteger de caídas a alguien que está en las alturas. En el primer caso la red atrapa a los peces que en muchos casos mueren por asfixia al ser inmovilizados incluso antes de ser subidos al barco. En el segundo caso la red protege, evita estrellarse contra el suelo.
En el mundo virtual hablamos de “redes sociales” en referencia a los nudos de encuentro que se tejen a través de la navegación por internet. La idea es hermosa, una herramienta que nos permite estar en contacto con todos/as aquellos que utilizan internet, una herramienta que nos pone en contacto con un sinfín de contenidos, noticias, posibilidades. Una posible red de relaciones y conocimientos al servicio del ser humano democratizando la emisión de opiniones, ampliando el margen de la libertad de expresión.
Sin embargo, a medida que las redes sociales forman más y más parte de nuestras vidas, están demostrando de nuevo que es precisamente el ser humano quien ennoblece o pervierte las herramientas puestas a su disposición y en sí mismas “neutras”.
Ante el secuestro de las niñas de Niger se multiplican por la red fotografías de famosos y políticos pidiendo la liberación. Gesto noble, bello… La red ampara y protege la bondad humana, la sensibilidad frente al sufrimiento del prójimo por más lejano que se encuentre geográficamente. Tras el asesinato de la Presidenta de la Diputación de León, aparecen numerosos mensajes inhumanos, agresivos, alegrándose de su muerte, invitando a todo tipo de estupideces, incluso vídeos en “youtube” con canciones ofensivas, “barriobajeras”. Así, la red se convierte en una herramienta que nos atrapa en la estupidez, en el sinsentido, que asfixia el pensamiento elevado, las emociones humanizadoras, la creatividad para la solución de los conflictos, una red que nos atrapa en la incultura y la cortedad mental, en el “neandhertal” que llevamos dentro y que, en momentos así puede aparecer y de hecho aparece.
Antes de la utilización masiva de internet en su versión de “redes sociales”, las noticias y las opiniones se hacían públicas en diarios, radio y TV, y las corrientes de opinión populares se transmitían por la vía “boca-oreja”. Hablábamos entonces, y no hace tanto tiempo, del poder de “formación-deformación” de los mass media. Nos preocupaba que nuestros niños/as y jóvenes pasaran demasiadas horas solos ante el televisor, se discutía lo acertado o desacertado de que nuestros/as hijos/as tuvieran TV en su habitación.
Hoy, nuestros adolescentes, cuando no nuestros/as niños/as, llevan en su bolsillo una cajita que les facilita acceder a cualquier cosa. Hace poco me explicaban la escena de unos adolescentes de excursión, arremolinados en torno al móvil: estaban viendo vídeos pornográficos. Vídeos de corta duración, sexo deformado en pastillas que cualquier menor puede ver.
Multitud de blogs de todo tipo, muros de Facebook, ”twits”, “whatsApp” con opiniones, propuestas, imágenes de todo tipo: lo mismo nos hacen llorar con un vídeo de honda humanidad, como, al momento siguiente, nos invitan a reírnos de la desgracia ajena viendo como unos energúmenos patean a alguien… Todo ello sin solución de continuidad, todo casi a la vez, a todas horas, en cualquier momento, como red que atrapa al pez por sorpresa asfixiando su capacidad de reacción, de procesamiento cuerdo y crítico de datos…
Lo terrible es que estas redes sociales actúen con semejante facilidad como amplificadoras de corrientes de opinión nada deseables. Se asemeja más en estos casos a una tela de araña pegajosa que enreda al individuo en propuestas que limitan notablemente el pensamiento noble, la inteligencia y la verdadera humanidad.
Una mente deformada, un temperamento irascible, un corazón duro, la incultura y bajeza moral tienen a su disposición hoy una herramienta poderosa que le permite llegar a lugares, rincones y miradas innumerables. Antes había estupideces que nuestros oídos no escuchaban simplemente porque esa estupidez residía en el pensamiento de alguien con quien nunca estableceríamos contacto. Hoy esa estupidez, esa expresión ofensiva, esa afirmación hiriente, llega a mí en cualquier momento en forma de anuncio invasivo en mi ordenador, de mensaje de correo “spam”, de opinión en el “face” que me llega por ser amigo de un amigo de un amigo…
Nuestros chavales, asiduos consumidores de internet por múltiples vías, con escaso o ningún acompañamiento de los adultos de su entorno, un tanto ingenuos y analfabetos tecnológicos demasiadas veces, escuchan de todo y en cantidades ingentes y todo parece igual de “verdadero”, todo sin contrastar, todo eso que aparece en las crecientes redes sociales… Y, a tu hijo/a, quizá le esté educando más un blog de pensamiento a la deriva, un muro inculto, unos vídeos inadecuados, que todo aquello que de verdad alimenta el alma. y, mientras, seguiremos creyendo que ellos/as utilizan el móvil sólo para estar localizables…
¡Que la red no nos enrede!
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