La "Carta de la Compasión" me ha recordado una entrada de este blog del 24 de marzo del 2011. Como no se trata de decir siempre "cosas nuevas", sin más, repito la entrada que sigue siendo vigente a mi modo de ver. Donde leáis alusiones a hecho políticos de ese momento, recordadlos (a veces se nos olvidan tan fácilmente...) y colocad también hecho actuales.
"Somos como
las cuentas del collar de la creación y estamos unidos unos con otros,
cada uno ocupando el lugar y el espacio que le corresponde... El
movimiento de los astros es sagrado y el nuestro también. Nos une el
mismo Invisible" (Laura Esquivel, Malinche, Ed. Suma, 2006).
Leí Malinche hace varios años. Fue uno de esos libros que te sale al encuentro. Trasteando por entre las estanterías de libros de un librería del aeropuerto de Barcelona. Su lectura me cautivó.
Malinalli, la Malinche, la
admirada y denostada amante de Hernán Cortés, que ofició de intérprete
entre españoles y aztecas durante la conquista para luego ser acusada
durante siglos de haber traicionado a su pueblo, vendiéndolo al
invasor. Laura Esquivel narra la aventura vital de la mujer que creyó
que el extranjero Hernán Cortés pondría fin a los terribles
sacrificios humanos de la religión azteca, pero que acabaría en cambio
descubriendo la crueldad no menos sangrienta de los conquistadores.
Es, pues, la historia del
encuentro de dos culturas, de dos modos de entender al ser humano y a
Dios. Un encuentro que, más bien, fue un choque en el que unos se
impusieron y otros fueron acallados. Pareciera que los humanos no
conocemos otras formas de relación sino la conquista, la depredación
cultural y económica.
A día de hoy, los aviones y
armas de una coalición occidental, intentan ayudar al pueblo libio a
liberarse del cruel dictador Gadafi. Aquel que ha sido recibido en
palacios y foros internacionales, aquel a quien occidente ha estado
vendiendo armas, ahora es perseguido y juzgado por crímenes de lesa humanidad.
Difícil de comprender si no es dentro de los cauces hipócritas e
interesados de las grandes partidas de ajedrez de las potencias
internacionales...
Dejar resonar en medio del
recuerdo del pasado y del presente de las relaciones internacionales la
frase que encabeza esta entrada crea una extraña sensación. Es como
intentar leer un documento de Word desde una aplicación errónea o
diferente. La aplicación no reconoce el documento y entonces sólo
aparecen ante nuestro estupefactos ojos signos extraños.
Me da la impresión de que, de
dia en día, de generación en generación, la vida política y económica de
nuestro planeta tierra se expresa a través de un software que
muchos ya no podemos comprender, pero sucede lo mismo a la inversa:
aflora un nivel de conciencia en la humanidad, una sensibilidad que es
imposible que sea decodificada por las claves de lectura de la realidad
de los políticos y los economistas.
No somos pocos los que creemos
que la única via para poder solucionar los múltipes problemas que
aquejan a la Humanidad es la de seguir transitando empecinadamente los
caminos de la comunión. Sentir al otro tan mío, tan yo, que me sea
imposible desearle ningún mal.
No es sino esta la propuesta
común de todas las religiones. Cada una con sus énfasis, sus teologías y
antropologías, pero todas ellas portan en sí un mensaje de amor, de
paz, de perdón, en definitiva, de común-unión.
Urge hoy hacer resonar ese
mensaje. Para ello contamos también con la aportación de las ciencias
especialmente la Física Cuántica. Los descubrimientos de la Física que
atiende al microcosmos, a lo que está más allá de lo visible en el
microscopio, nos dicen que hay un sustrato común a todo en el nivel
subatómico. Parafraseando al evangelista. Juan, los físicos cuánticos
nos ha n dicho que "aquello que ni el ojo vió ni el oído oyó" eso... la
Física Cuántica lo ha visto, a saber, las estructuras subatómicas que
sostienen el universo.
La Teoría del Caos, la Teoría de
Sístemas y tantos otros descubrimientos y planteamientos de la Física y
las Matemáticas, nos sugieren aspectos de la realidad que los místicos
han percibido desde la experiencia interior.
Todo ello lo podríamos condensar
en esta hermosa frase que Laura Esquivel pone en boca de una venerable
anciana que habla con su nieta. Sí, somos cuentas de un collar.
Pensarnos así hace caer nuestros orgullos y prepotencias. Si tú y yo
formamos parte de un Todo, entonces somos pequeños, pero a la vez,
también grandes, sin embargo grandes con una grandeza que no nace ni
termina en nosotros.
Nuestro movimiento es sagrado,
como el movimiento de los astros porque ambos movimientos hablan de algo
mayor, de algo o Alguien que es el origen de todo. El místico percibe
que es una gota de agua en el océano: el océano es la gota y la gota es
el océano. Se da la comunión pero no la anulación.
¿Podemos imaginar un discurso en
la sede de las Naciones Unidas o en el Parlamento de un país que
estuviera basado en esta certeza de la indudable y real unidad entre
todos los seres humanos y de estos con el planeta asumiendo todas las
consecuecias éticas que ello comporta? Ciertamente no, este tipo de
argumentación es un software que no admite el disco duro de nuestros
sistemas políticos y económicos. El término"globalización" que encierra
en sí posibilidades de acercamiento a estos planteamientos no dualistas,
sin embargo, se ha concretado en una globalización meramente monetaria,
económica.
El neoliberalismo protege el
libre mercado pero no genera redes de comunión, al contrario, ha ido
gestando mayores diferencias y abismos entre unos ciudadanos y otros. Su
colofón es la aparición de un nuevo tipo de hombre: el "sin papeles".
Son miles de hombres y mujeres los que soportan sobre sus espaldas el
peso inhumano de un mundo construido sobre bases falsas y egoístas. El
80 por ciento de la Humanidad asume las consecuencias de una historia de
redes sociales que han favorecido la pujanza de unos pocos generada con
el empobrecimiento de muchos.
Sin embargo, cada vez más
personas percibimos que el sustrato común sigue existiendo. Más allá
incluso de la Declaración de los Derechos Humanos, percibimos una común
unidad que nos hace no poder alegrarnos de nuestros logros si no
redundan en el bien de todos y de todas.
Creer que somos todos y todas
cuentas de un collar es peligroso porque de ahí nace la conciencia de
tener que pervertir el orden establecido que es injusto en su raíz. Las
democracias occidentales tienen muy poco que decir hoy a los hombres y
mujeres que, por ejemplo, en Egipto, Túnez o Libia han dado la vida por
la libertad. Los logros sociales de occidente fueron algo a celebrar
antaño, pero ante nosotros, que nos llamamos pueblos civilizados, hay
grandes retos planteados a los que no estamos sabiendo responder como
sociedades.
Cada uno hemos de ocupar nuestro
lugar y nuestro espacio. La común-unidad no me exime de
responsabilizarme de mi pequeña parcela de ese Todo. Por ello el místico
es un auténtico revolucionario aunque parezca no hacer nada. Por eso
mismo hoy no interesa la auténtica mística, sino sus subproductos, el
"estar bien", "estar en paz"...
Hoy todos queremos tener nuestro
hueco en la gran Red de las redes sociales, pero ¿quién quiere
implicarse en la única y verdadera Red, la de la Gran Familia Humana?
Sólo unos pocos y valientes. A ellos y ellas, gracias. Os necesitamos.
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