La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

sábado, 11 de octubre de 2014

África, pecado de Europa. Victor Codina

África, pecado de Europa

ÁfricaVictor CodinaAhora que el tema del ébola, con miles de muertos en África occidental y el temor a contagios en España y en otros países, comienza a alarmar a todo el mundo y genera una psicosis de miedo y angustia… puede ser útil recordar un libro de Luís de Sebastián, economista y especialista en ciencias sociales y políticas, profesor de ESADE y de la UCA de San Salvador (1934- 2009). La obra se titula África, pecado de Europa (2006).
Luís de Sebastián que unía al rigor científico una gran sensibilidad social y una profunda fe cristiana, quiso hablar del “pecado” de Europa con África, para demostrar que la injusticia que Europa ha cometido con África exige restitución, hay que devolverle lo robado, reparar el daño cometido.
África ha sido colonizada por Francia, Inglaterra, España, Bélgica, Portugal, Holanda, Italia… Con la excusa de civilizar y modernizar el continente africano, las potencias coloniales se enriquecieron con las materias primas y crearon una situación de dependencia de las metrópolis que en algunos países dura hasta hoy. África para algunos es solo un lugar para safaris…
Ahora son naciones independientes, con bandera e himno propio, pero donde una gran mayoría vive en situaciones precarias de alimentación, salud, educación y transportes, donde faltan infraestructuras básicas, hay conflictos bélicos y étnicos (a veces por cuestiones de los límites artificiales establecidos por las metrópolis), débiles democracias, hay hambrunas y sequías, miles de emigrantes que huyen hacia las costas del  Mediterráneo español o italiano en busca de un futuro mejor, mientras hay niños soldados y se explotan las ricas minas de diamantes o de coltán (¡para nuestros móviles!) Este continente, del cual fueron arrebatados millones de esclavos para el trabajo de América, es el que padece el flagelo del ébola, que ahora nos preocupa porque llega a Europa…
Pero África no solo es un continente que posee una gran  riqueza de materias primas y de biodiversidad, sino un continente con una gran riqueza cultural, humana y religiosa, una gran sabiduría de sus tradiciones -desde Egipto a Cartago-, la fuerza imponente de su juventud, la vitalidad de sus mujeres, un profundo sentido religioso, la alegría de los diversos grupos cristianos y de unas Iglesias jóvenes. África es el continente de Mandela y Desmond Tutu, de mártires cristianos, de cooperadores y misioneros que se han jugado la vida por ayudar al pueblo. De África salieron Agustín, Orígenes y Atanasio, África fue la cuna del monacato y en África se santificaron Charles de Foucauld y los mártires trapenses de Tibhirine…
No sabemos si Europa, ahora que tiene pánico ante el contagio del ébola, será suficiente humilde y lúcida para reconocer su pecado y reparar el daño cometido. En todo caso ojalá a través del clamor del pueblo sufriente escuchemos hoy la voz del Espíritu que nos pregunta, como a Caín, “¿dónde está tu hermano Abel?”

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