Desde siempre ente niños y chavalería han existido los conflictos, las peleas incluso la mera "puñetería" de fastidiar por fastidiar. Nuestro cerebro reptiliano nos impulsa a la lucha de mil maneras durante toda la vida. No vamos a escandalizarnos por peleas en el patio, en el aula, en los pasillos de los colegios.
Pero esto a lo que hemos llamado "bullyng" comporta unos matices que me preocupan, interrogan y enfadan por la carga de "maldad" que conlleva y por los medios a través de los cuales se extiende como una mancha de aceite en medio del mar de la vida escolar saltando los muros de los colegios para entrar en casa.
El vídeo que compartí ayer es un ejemplo de lo que intento explicar. El protagonista de la historia es atacado simplemente por el triste hecho de que su padre ha muerto, eso se dice en el vídeo. Una se queda perpleja ¿es que vivimos en un ambiente tan de jungla que la debilidad del otro es motivo de ataque? es más, la tristeza derivada de un hecho tan humano, tan de todos, como es perder a un ser querido, ¿puede ser motivo de cachondeo, de bromas pesadas para unos jóvenes? Resulta sumamente triste y sorprendente.
Lo maravilloso de esa historia es que ese ataque tan rastrero provoca en la víctima una reacción proactiva magnífica: devolver bien por mal. El gesto de abrir la puerta a otros, a sus compañeros/as, gesto simple pero complejo, encierra un mensaje hondo, retador, potente: abrir la puerta puede querer recordar que hay sitio para todos, que nadie puede pretender establecer quien "cabe" y quien no, quien "vale" y quien no. Con ese gesto la víctima de semejante acoso cierra la puerta al resentimiento, al victimismo, al sinsentido de la venganza y se sitúa en un lugar visible de una forma amable y pacífica, sin ocultar nada pero sin atacar a nadie. Grandeza moral en el acto cotidiano de abrir un puerta y de mantenerla abierta cortesmente para todos/as.
¿Qué es lo que lleva a unos/as al suicidio ante el agobio vital del "bullying" y a otros a descubrir caminos de mayor libertad personal? Tiene algo de misterio de la persona.
Pero hay más. El "bullyng", el acoso escolar cruel y vergonzoso salta los muros y paredes del centro escolar para llegar a la intimidad del hogar a través de ese "inocente" aparatito: el móvil. Cientos de "whatsapps" ofensivos, hirientes, amenazantes que no permiten sentir que se posee un lugar donde "reclinar la cabeza" y descansar. El horizonte se perfila amenazador y asfixiante por doquier y, eso, en la vida de un adolescente, en la que tan vital es el sentido de pertenencia, el sentirse aceptado, reflejado, puede herir hondamente, de por vida y, en no pocos casos, conducir a la extrema solución del suicidio.
No puedo dejar de preguntarme donde estamos los adultos en todo esto. ¿Tan imposible es la comunicación con padres, madres, maestros/as, familia? Me interroga, me inquieta que tanto dolor quede incrustado en el corazón de un chico o una chica de corta edad sin un eco en los adultos que le rodean y se supone estamos ahí para protegerle, acompañarle, iluminarle... Me molesta que al final quien encauce todo el asunto sea la policía, que tengamos que recurrir a la ley porque el amor al otro, la compasión, la empatía, brillan por su ausencia.
Y mil cuestiones más que quizá iré compartiendo en otros momentos. Por ahora basta con esto. Feliz fin de semana y...¡Estemos más presentes a nuestros niños/as y adolescentes!
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