Es a ti a quien has de regresar, porque mientras no regreses a ti mismo, te andarás buscando en las vidas de otros, en los gestos de otros, en las palabras de otros. Buscarás tu verdad en los reflejos más o menos deformados que te ofrezcan los demás. Mendigarás libertad encadenándote a lo que otros quieren, a los que otros opinan, a lo que otros aprueban; sí, sobre todo, serás esclavo de las opiniones y serán estas las que marquen y dirijan tu vida entera. Y dirás: “es mi vida”, sin darte cuenta que estás viviendo la vida de otros.
Es a ti a quien has de regresar.
Como quien regresa a un hogar amoroso tras años de exilio y soledad. En ti está
tu hogar. Sólo tú puedes darte el verdadero abrazo que precisa tu alma.
Deja de buscar fuera, deja de
hacer a los demás responsables de tu vida. Toma las riendas de tu propio
camino. Sé el creador de tu estela en este mundo. No difieras para mañana el
regreso a tu verdadero yo.
Atrévete ya a despojarte de
poses, de gestos y palabras aprendidos. Deja de mirar tanto hacia fuera y mira
hacia dentro porque dentro de ti están los horizontes abiertos que tanto
anhelas.
Renuncia a seguir empequeñeciendo
tu vida por la comparación con otras personas. Deja de envidiar la vida de
otros y agradece tu vida. Sé pionero de ese mundo inédito para ti que eres tú
mismo. Explora y recorre tus senderos interiores, desentraña tus misterios,
bucea en tus profundidades. Encuentra tu propio tesoro en lugar de codiciar los
banales fulgores del mundo.
Entonces, sólo entonces, dirás "yo" y resonará en esa palabra alguien real.
No temas que adentrarte en ti te
aleje de los demás, al contrario, cuanto más tú, más con todos podrás ser
porque ya no les harás responsables de nada, ni esperarás de ellos nada, pues
todo cuanto podrías desear, lo llevas en ti, en ese amplio y rico ser profundo
que tú eres y que te reserva tesoros de un valor que el mundo no puede
comprender.
Cuanto más en ti, más con los
demás. Cuanto más para ti, más para todos. Cuanto más hacia dentro, más lejos
verás y más allá llegarás.
Descubrirás en tu hogar de
adentro una alegría sencilla y permanente al aprender a amarte en tu totalidad.
Y sentirás la alegría de ser y de que los demás sean.
Cortarás por fin las amarras que
te tenían inmóvil en el puerto de la queja y de la insatisfacción. Desplegarás tus
velas y navegarás libre y feliz por el mar ancho de la existencia. Una existencia
plagada de encuentros que, ya libre de tu falso yo, vivirás con mayor plenitud.
Podrás ser tú para otros viajeros errabundos y perdidos, un faro que señale el
camino de regreso a casa.
Deja de huir hacia delante. Detén
tus pasos. Acompasa tu ritmo a la respiración de Dios en ti.
Es a ti a quien has de regresar
porque dentro de ti Dios ha elegido hacer morada y, aun cuando no creas en ese
Dios que te resulta lejano, extraño o pura ficción, regresando a ti no dudes
que encontrarás un hogar lleno de Amor.
Y, de regalo, te lo digo con una canción.
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