Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús debía subir al cielo, decidió ir hacia Jerusalén. Envió a unos mensajeros a un pueblo de Samaria para que le buscaran un lugar donde pasar la noche. Pero la gente de esa región no quiso recibir a Jesús, porque sabían que él viajaba a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron lo que había pasado, le dijeron a Jesús: «Señor, permítenos orar para que caiga fuego del cielo y destruya a todos los que viven aquí.»
Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después, se fueron a otro pueblo.
(LC 9, 51-56)
"La gente de esa región no quiso recibir a Jesús, porque sabían que él viajaba a Jerusalén". Antes de Jesús y después de Jesús, la historia se repite de millones de formas diversas. La cuestión es que nos separamos unos de otros en virtud de mil razones estúpidas: idioma, religión, raza, ropa, nivel social, partido político, y cualquier cosa que nos parezca que hace del otro en lugar de un igual, un diferente, en lugar de un hermano, un enemigo, en lugar de una oportunidad para aprender, un peligro para mi identidad.
Nos da miedo el diferente, siempre ha sido así. El ser humano tiene una facilidad increíble para poner etiquetas y generar guetos en función de tales etiquetas.
No aprendemos. Toda la historia de la humanidad se encuentra atravesada por guerras y conflictos que brotan del ansia de poder, del egoísmo, de la lectura plana de la realidad en la que el diferente ha de ser eliminado, ocultado o menospreciado.
Jesús iba a Jerusalén y por esa razón no es bien recibido en una aldea de samaritanos, porque había muchas diferencias entre los judíos y los samaritanos en su forma de entender y practicar la fe. Así le sucede constantemente a Jesús, es Dios con nosotros pero no vemos al Dios que está con nosotros porque el Dios que nos hemos creado nos impide reconocerlo, por eso los mismos judíos de Jerusalén decidirán la muerte de Jesús.
Pero así hacemos cada uno en nuestros pequeños ambientes o así sucede en el mundo. Discriminamos, expulsamos, vetamos en función de nuestros dioses , sean dioses seculares o religiosos o mi pequeño e individual "dios-ego"
Jesús sabía perfectamente que vivía en un contexto conflictivo y no estaba dispuesto a entrar en esa dinámica manida y repetitiva que sólo engendra más conflicto, más separación, más muerte. Por eso recrimina a sus amigos cuando estos entran en el lenguaje de la violencia dispuestos y deseosos de poder enviar un fuego destructor a esos que no les reciben.
La visceralidad no es buena consejera. Nos impulsa a responder desde la rabia y el deseo de venganza.
En Jesús se nos muestra el camino con claridad meridiana: el único camino real y válido es el del amor. La única fuerza que puede cambiar este mundo herido de forma permanente es el amor.
Pero no nos gusta, nos da miedo lo que eso supone pues nos lleva a buscar y trabajar por modos de relación alternativos que nos sacan de la comodidad y la inercia aprendida de la división y el conflicto. Es muy fácil, no requiere demasiada inteligencia etiquetar al diferente, usarlo como chivo expiatorio de nuestros males: los migrantes traen enfermedades, traen delincuencia. Los de tal país, los de tal religión, lo de tal partido político, los que visten así, los que... Esos siempre son los "malos", "los otros" son los malos mientras "los nuestros" , "nosotros" somos los puros, los buenos.
Para eso , como digo, no hace falta ser muy inteligente y, por ello, todos los dictadores y manipuladores del mundo lo tienen facilísimo, basta atontar al pueblo, darle "pan y circo", basta con lanzar discursos que rebajen la talla moral o empequeñezcan la humanidad del otro, y ya podemos comenzar a llamar a la lucha, al insulto y a la crueldad. Los nazis fueron grandes maestros en ese "arte" de cosificar seres humanos para que parezca que el asesinato es cosa buena. Tristemente no fueron los primeros y no han sido los últimos en hacerlo.
Ahora mismo, en nuestro mundo, se enarbolan banderas de violencia y se juega el juego político de bendecir unas guerras y otras no, de bendecir este ataque un ratito, y criticarlo al siguiente al albur de intereses ocultos de los más poderosos.
Ahora mismo se permite que mueran en el mar miles de seres humanos que buscan en los países europeos un lugar donde vivir dignamente sin guerra, ni hambre ni persecución, pero son diferentes, son negros o llevan un velo o, simplemente, hemos decidido que son "ilegales", como si ser persona fuera un delito a no ser que tengas determinados papeles.
Ahora mismo, Jesús se dirige hacia Jerusalén y es rechazado, mal mirado, criticado, juzgado... por tantos "samaritanos" en todo el mundo.
Ahora mismo se sigue repitiendo esta cansina y asesina historia que consiste en "divide y vencerás".
Ahora mismo el resultado de la lógica de la confrontación continúa siendo la de siempre: la muerte y el sufrimientos de miles de inocentes.
La lógica de Jesús, la lógica del Reino de Dios es el Amor y el único fuego que desea enviar Dios es el fuego creador de su Espíritu Santo que pone en marcha una nueva creación
El fuego destructor nunca es cosa de Dios, sino de hombres.