La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 26 de enero de 2011

El fin no justifica los medios.

Las informaciones sobre el juicio por el asesinato de Marta del Castillo suscitan en mí sentimientos encontrados. Una parte de mí, imaginando el sufrimiento añadido que debe suponer  para su familia no poder  despedirse de su hija en un entierro, desearía que de cualquier forma se consiguiera sacar de la boca de los culpables el lugar donde dejaron el cuerpo. Otra parte  quiere seguir confiando en la justicia y otra quiere seguir confiando en que los corazones de los culpables demuestren algo de humanidad y confiesen finalmente.

Al ver esta tarde en las noticias las imágenes de unas personas increpando e intentando agredir al abogado de uno de los culpables, al saber que como decía el locutor, éstos "han optado por el silencio", de nuevo se han movilizado en mi interior esos sentimientos encontrados. Pero, viendo los empujones que se propinaban al abogado, escuchando los gritos destemplados, he confirmado que nunca la violencia puede ser respuesta a la violencia, nunca la sinrazón puede aportar nada a la solución del dolor, de los conflictos, de las injusticias, sino sumar más ignorancia, más estupidez, más sinrazón, en definitiva. Del abogado de los culpables se hace el chivo expiatorio ¿qué sentido tiene?

Contrasta casi siempre en estos casos la "aparente" serenidad de los más cercanos a las víctimas (recordemos el caso de los padres de Mari Luz) con esa algarabía que generan quienes esperan a las puertas de los juzgados. Se entiende, es quizá el grito en la calle la única vía de escape para la indignación y la rabia. Sin embargo, algo me dice que no aporta nada, es más, que puede traer consecuencias que empeoren la situación.

Pondré un ejemplo más fácil de explicar. Hace un tiempo en el metro de Bilbao presencié una escena que no he olvidado. Una pareja joven estaba de pie en la zona reservada a los carritos para niños y asientos para ancianos o personas con muletas. Cuando yo llegué el conflicto estaba comenzando. Parece ser que esa parejita, dedicada a sus carantoñas, dificultaba el que una señora mayor y con muletas pudiera acceder a esos asientos. Una mujer salió en defensa de aquella señora llamando la atención a la pareja. Pero... tanto la forma de dirigirse a ellos la señora como la respuesta de la pareja fueron tan fuera de tono que la cosa derivó en unos insultos  horribles, una suma de "palabros" de todo tipo y, llegando a la siguiente parada, casi a las manos. La pareja bajó del vagón y la señora se quedó dentro gritando todo tipo de palabrotas y juramentos y a punto de un ataque de nervios. Mientras, aquella a la que intentaba defender, pudo sentarse e intentaba tranquilizarla. Todo el mundo en el vagón daba la razon a la señora. Pero, yo sólo pensé una cosa: "si alguna vez alguien me tiene que defender, que no lo haga así". Porque aquello fue patético. Simplemente cada uno dejó salir toda su, con perdón, "mala leche", se reconocía en el tipo de insultos que no reproduciré aquí. Ya no se trataba de la defensa de esa persona mayor, simplemente se creó un enfrentamiento que yo catalogaría de "barriobajero".

Perdemos la razón que quizá teníamos cuando rompemos la línea del respeto al otro, respeto total que debe ser manifestado en las palabras y gestos. Pretender que la justicia y la paz son cosa externa a nosotros mismos es un desatino. La justicia y la paz deben estar primero asentadas en nuestros corazones, de lo contrario lo único que generamos continuamente a nuestro alrededor es  más confrontación y el "ojo por ojo y diente por diente" (que por cierto, en su sentido original no tiene el sentido que nosotros le damos sino el de asegurar que a un tipo de infracción le corresponde una pena coherente).

Una causa justa no puede ser defendida de cualquier manera ni utilizando cualquier medio. Agredir a un abogado no soluciona nada y nos une a la espiral de violencia sembrada por los culpables, alimentando un clima de crispación que no aporta nada. El fin jamás justifica los medios.

Es en la vida diaria, en la forma de solucionar los pequeños conflictos de cada día, donde debemos fortalecer la capacidad de diálogo, de autocrítica. Es en la vida de cada día donde podemos ejercitar la paciencia, la serenidad o al contrario dar rienda suelta a las reacciones más primarias. Eso es lo que aprenderán de nosotros nuestros niños y adolescentes.

Deseo ferviertemente que la familia de Marta del Castillo pueda llegar a descansar, que los culpables digan de una vez donde está el cuerpo y que la sociedad en su conjunto dé ejemplo de que lo que nos constituye como colectividad no son la violencia y la ira, por más difícil que nos resulte.

3 comentarios:

Unknown dijo...

A tenor de lo que comentas y mas allá del caso de Marta del Castillo, es necesario reflexionar sobre los resorter mentales que se activan en la colectividad y los resortes, que pase lo que pase, nunca llegan a activarse.
Por ejemplo, ante la desigualdad social o antes coyunturas concretas como la crisis actual esos resortes no se activan llevandonos a una resiganación colectiva.

Sin embargo, hay situaciones que encienden estos resosrtes con especial virulencia. ¿Por qué unos resostes se activan y ootros no?.

Intuyo, y no deja de ser es; una intuición, que la ausencia de un rostro concreto ante el que mostrar ira, frustración, carencias dificultan la reacción o movilización.

¿Cuántas veecs hemos oido aquello de ante la desigualdad no podemos luchar porque contra QUIEN hay que luchar?, o en caso de crisis; ¿a QUIEN hay que derribar?

Vivimos inmersos en el convencimiento de que son personas con cara concretas los culpables de lon que ocurre...y cuando no las encontramos viene la prematura rendición pero ay de cuándo encontramos el rsotro de la culpabilidad! que pague por ello y por todo lo demás.

Lo preocupante es la resignación a la que ha llegado esta sociedad, incapaz de luchar contra las SITUACIONES y no contra las personas. Un claro ejemplo son nuestros adolescentes que se rinden antes de empezar porque no ven sentido a rebelarse contra la injusticia porque no hay a QUIEN culpar; y si lo hay argumentan (argumentamos) que son tan poderosos que no merece la pena actuar.

Triste, preocupante, aterradora resignación de una sociedad que está perdiendo a marchas forzadas su capacidad de cambiar las cosas.

Un abrazo

Unknown dijo...

No revisé el texto y tiene la tira de faltas. Lo siento. :)

Elena Andrés Suárez dijo...

Faltas a parte (cosa que a mí me pasa más a menudo cada vez)encuentro atinadísimo tu comentario y abre otra vía de refelxión que retomaré en algún momento. Muchas gracias, Javi, totalmente de acuerdo. Un abrazo.