Ayer copié estas palabras de Dürckheim porque son reales, son verdaderas... terriblemente verdaderas. Nos venden muchos narcóticos para ir soportando "la insoportable levedad del ser". Nos dicen que no hace falta ir tan al fondo, nos convencen de que no hay para tanto, pero, no nos dicen que no hay otro camino para Ser sino el de ser valientes y vivir despiertos. Quien quiera Ser... deberá soportar momentos bien duros.
La vida te sitúa ante etapas clave, entonces hay que saber DAR LA CARA, sin huir, sin buscar refugios que alejen del camino que hay que transitar. Sucede que, en ocasiones, uno es muy consciente de lo que está sucediendo, tan consciente que se retuerce de rabia y de dolor y se grita al universo:"¡¡Basta ya!!". Cuando en etapas iniciales la llegada de la noche oscura no se presintió porque simplemente no se conocían sus síntomas, uno se dejó llevar, sufriendo un tanto pasivamente, explorando la oscuridad sin saber más de ella sino que es oscura. Pero todo cambia cuando se han atravesado sucesivas noches. Lo primero que cambia es que los consuelos externos no sirven apenas. No hay escapatoria, no hay somníferos... El nivel de conciencia no permite distraerse en demasía, sólo lo justo para no morir o volverse loco. Lo siguiente que cambia es que, al menos, se descubren estrategias para afrontar el trecho oscuro del camino.
Cuando la noche oscura llama a la puerta a la que ya llamó otras veces, la conciencia de lo que sucede, de lo que conlleva, aterroriza y esperanza a la vez. Aterroriza porque se conoce el camino, se conoce el dolor, incluso se creyó que ya no volvería a pasar (¡prueba superada!). Esperanza porque se tiene experiencia de la hermosa Luz que porta en sí y que nos espera al final del tramo oscuro y pegajoso. Pero es que, además, la nueva noche nos hace conscientes de la fortaleza adquirida, de la evolución personal de la que quiza no se era consciente del todo.
Hay un día, una hora, en la que sólo puede aceptarse la "peligrosa experiencia de la autoaniquilación". Aceptar resignadamente que la Vida sabe más que uno mismo y que se nos darán los "ángeles consoladores" necesarios en el momento oportuno.
Todo esto forma parte del proceso de aprender a morir para poder Vivir de verdad. Sin más, así de sencillo y ¡qué difícil lo hacemos! Sin embargo... Falta algo: el aprendiz nunca lo sabe todo, sí el Maestro, por ello, la otra clave quizá sea el ABANDONO. Sí, ahí está la llave de la Paz duradera, de la Resurrección eterna, abandonarse y confiar. Como decía Teilhard de Chardin: "Cuando te sientas apesadumbrado, triste (yo añadiría, hecho pedazos): ADORA Y CONFÍA".
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