Mi trabajo es un privilegio y trae consigo siempre el regalo de poder conocer personas increíbles y vivir experiencias que me enriquecen sobremanera. Esta semana santa estoy viviendo la gozada de compartirla con un grupo de hermanos de La Salle de la zona de Andalucía. Estamos en Sevilla (por cierto, que es cierto que "la lluvia en Sevilla es una maravilla") compartiendo un retiro que termina hoy. Ayer celebramos el Jueves Santo de una forma sencilla y deliciosa que nos dejó este regalo, la acción de gracias que escribió el hno. Manolo Ramiro, todo un poeta, hombre profundo y sensible. Le he pedido permiso para compartirla con quienes leéis este blog porque creo que a todos os hará bien, como a mí me lo ha hecho. ¡GRACIAS!
“Niño, ¿qué se dice?”… Lo recuerdas, ¿verdad? ¡Cuántas veces nos lo
repitieron nuestras madres! ¡Hay que decir “gracias”; hemos de ser agradecidos;
hay que dar las gracias.
Lo cierto es que, a través de un extraño proceso, muchos hemos
terminado pensando que nos lo merecemos todo y que todo nos pertenece por
derecho. Y se nos ha ido apagando, quizás, el sentido de la gratitud mientras
crecía, fortaleciéndose, el de la exigencia. ¡Qué ceguera, Dios mío!
Sí, Señor, porque si abrimos bien los ojos; si miramos con profundidad
a nuestra vida, descubrimos con asombro y humildad que todo es don; que todo es
gracia. Y nos viene enseguida a la mente la reconvención de nuestras madres:
“Niño, se dice, gracias.”
Lo acabamos de oír; lo acabamos de contemplar; lo acabamos de vivir:
Jesús, elevando los ojos al cielo, te dio las gracias, bendijo el pan y se lo
pasó gratuitamente a sus discípulos, diciendo: Haced esto en memoria mía. O lo
que es lo mismo: entregad la vida a los demás. Lo que habéis recibido gratis,
dadlo gratis.
Es tan abrumador tu amor, son tantos y tan extraordinarios tus detalles
–“¡qué detalles, Señor, has tenido con nosotros¡”, “si los cuento son más que
arena… si los doy por terminados, aún me
quedas Tú”- que, como dice la canción, “¡no sé cómo alabarte, ni qué decir,
Señor!”.
En esta tarde sagrada de Jueves Santo te doy gracias por todo; porque
Tú eres, Señor, para nosotros, bondad sin límite, pura misericordia,
sobreabundancia de amor…
Permíteme, Señor, poner nombre a tus detalles; señalar tus gestos de
amor; y subrayar, a bote, pronto –“de la abundancia del corazón habla la boca”-
sólo algunos:
La vida, que Tú nos regalas y que nos invitas a
vivirla y repartirla gratis y en abundancia.
La ilusión de ser útiles para los demás:
nuestros hermanos, nuestros chavales, sus padres… las personas todas que pones
en los cruces de nuestros caminos.
La esperanza unida al trabajo por un mundo
mejor, una sociedad nueva, una Iglesia más evangélica… que son tarea y gracia
para nosotros.
El amor que nos manifiestas en la acogida, la
sonrisa, el perdón… de quienes comparten su vida con nosotros.
La hermosa vocación a la que nos llamas; la estimulante
misión que nos encomiendas; los corazones de los niños y jóvenes a los que
tenemos que tocar con tu ternura.
La familia: nuestros padres ya mayores, y
nuestros hermanos que luchan la vida entre sufrimientos y gozos; ellos nos
enseñaron y nos enseñan que vivir es convivir, sí, pero sobre todo, desvivirse.
Y la comunidad,
que es nuestra familia; y la fraternidad que cura nuestras fragilidades y nos
hace humanos y hermanos. La fidelidad trabajada de los mayores y los sueños, a
veces ingenuos, de los jóvenes.
Y en la comunidad fraterna, el silencio elocuente
que habla, y la palabra sencilla y valiente que acoge, aúpa, reconoce… nos ayuda a crecer y nos lanza al compromiso.
La Palabra con mayúsculas –tu Palabra- que es
vida, luz, fortaleza, y sentido en nuestro peregrinar. Que nos orienta y nos
abre caminos.
La Eucaristía –tu Cuerpo y tu Sangre- encuentro
contigo, el Dios que salva, y compromiso con el hermano que busca y necesita
salvación.
Tu vivir y morir para los demás. Tu vida que
muere, entregada como el grano de trigo; y tu vida resucitada que provoca un
incendio incontrolable de vida. “Os he dado ejemplo para que así lo hagáis
también vosotros”.
Tu fe en nosotros; tu confianza; tu quedarte con
nosotros, tu ser para nosotros, tu estar en medio de nosotros… de rodillas, a
veces, lavándonos los pies, pero siempre “como quien sirve”.
Y hoy te damos gracias por María, la Madres, y
su sí incondicional a tu plan de salvación; por Juan de La Salle y por los
Hermanos y educadores que siguiendo su estela te aman y te sirven en los niños
y jóvenes necesitados de amor y de sentido; hambrientos y sedientos de
salvación.
Y por Agustín, Pepe, Jesús, José Luis,
Saturnino, Antonio, Miguel, Crescencio, Juan, Valentín, el cura Esteban… con
quienes tenemos la suerte de compartir tantas cosas. ¡Son tan buena gente!
Y por Elena y su hondura espiritual, sus
palabras vividas, sus canciones y su guitarra… que nos ayudan a vernos por
dentro; que acortan el espacio inexistente entre Tú y nosotros.
Y por el agua, el sol, la brisa, el alimento, el
vestido, la salud, el descanso… esos dones que apenas apreciamos, ¡tan
acostumbrados estamos a ellos!
Y en estos días, te damos gracias por Juliana de
Norwich y sus revelaciones. Ella nos recuerda que Tú, nuestro Dios, eres Hermano,
y Padre y Madre; y amor y paz; y cuanto es bueno y consolador. Y que eres creador,
protector y amante. Que nos haces dulces y humildes. Y que estamos
misericordiosamente encerrados en tu dulzura, en tu mansedumbre, en tu benignidad.
Que estamos seguros y salvados por tu misteriosa protección, de manera que no
pereceremos…
Te doy gracias, Señor, por todo; y porque todo, sea lo que sea, acabará
bien; porque aunque a veces se nos antoja estar aplastados bajo el peso de las
tinieblas y de la muerte… ¡estamos amenazados de resurrección!
“Niño, ¿qué se dice?”. “Hermano, ¿qué se dice?...
Vivid, nos recomienda el apóstol, dando gracias siempre y por cualquier
motivo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
“Gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y
entendidos, a los de matrícula y sobresaliente, y se lo has revelado a los
pequeños e ignorantes –a nosotros- que apenas si raspamos el aprobado. Gracias,
Padre, porque así te ha parecido bien”.
GRACIAS por todo, Padre, Madre, Hermano… Dios.
2 comentarios:
¡Feliz Pascua de Resurrección para todos¡
Desde la zona lasaliana del noroeste de España y Portugal, GRACIAS Elena por lo que seguimos compartiendo juntos. Me alegro mucho que tú y los hermanos de Andalucía os hayáis sentido muy bien. En tus palabras y en las de Manolo Ramiro se percibe. Comparto el gozo pascual con vosotros. Somos iglesia que sale de sus capillas particulares y abre el corazón al compartir cristiano que es mesa compartida, casa de todos.
Algunos lasalianos de esta zona noroeste también hemos celebrado la Pascua en nuestra casa-monasterio de Bujedo (Burgos). Doscientas personas (niños, jóvenes y adultos) de los colegios y comunidades de La Salle, de parroquias de Burgos, Madrid y otros lugares de nuestra geografía... Otra gozada fraterna y pascual.
Ahora nos toca resucitar cada día...
Querido Andrés:
Que la Paz y la Luz del Resucitado sigan inundando tu vida y la de todos y todas. Ciertamente salimos de nuestras "capillitas" para construir una fraternidad-sororidad universal. Me siento cada vez más unida a vosotros, al espíritu lasaliano tan actual, tan hermoso, tan fraterno. En mi casa tengo ahora un "hermanito de La Salle", un muñequito precioso que hace que no me olvide ni un día de presentaros ante el Padre/Madre que nos ha unido. Un beso grande.
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