DÉJATE QUERER, PARA PODER QUERER
Infinitos son sus
nombres: Unidad Divina que todo lo conecta (norte, sur, este, oeste,
arriba, abajo y dentro); la Madre Tierra que nos da la vida, nos
sustenta y nos cuida; La siempre brillante Luna protectora y sabía; las
lágrimas de Ra (el Sol) que al caer sobre tierra modelaron del desierto a la
humanidad; el Padre de todo que al exhalar su hálito de vida sobre el barro
dio origen al hombre y a la mujer; La Luz que nos alumbra, nos guía y
muestra el camino; la… ; el…
¿Cómo entender
semejante grandeza desde nuestro ser finito? Quien haya probado sólo un
instante la “infinitud” de alguno de sus nombres ya ha probado parte de la
inmortalidad que nos espera. Para algunos será volver a esa corriente de la
Unidad Divina; para otros volver a la Madre Tierra o a las arenas del desierto
y resurgir de ella; para otros acceder a otra vida con una Luz que jamás se
apaga y da un calor eterno.
Sólo en la
Soledad de estar con uno mismo, sólo en la soledad de la vida (esa que alguna
vez todos sentimos), sólo en ese ser y sentirse “vulnerable”, sólo en ese
momento donde afloran los “miedos” es donde sentimos la breve, pero intensa
experiencia de la inmortalidad. ¡Ese silencio que tanto miedo nos da y al que
muchas veces nos resistimos ha de ser tan intenso, tan vivido! No hay otra
manera de llegar que cruzar el desierto de nuestro corazón en total silencio y
en total soledad.
Y es ahí, en ese
momento, cuando salen todos nuestros “dragones” cuando aparece Él o Ella, como
un Padre o una Madre que vela a nuestro lado, como una Madre que está junto a
su hijo doliente queriéndote con todo su corazón. Es entonces… cuando sentimos
ese amor de madre que mitiga lo más hondo de nuestro ser. Es entonces… cuando
la palabra AMOR cobra sentido, porque en ese estado interior de plena escucha
es cuando uno se siente amado por… (ponle el nombre que quieras), se siente
amado por… esa Madre tan cercana, es en ese estado donde se disuelven nuestras
culpas, nuestros miedos, nuestras faltas, nuestras “paranoias”, nuestros…,
nuestras…
En ese lugar
interior, además, es donde experimentamos un cariño liberador; aprendemos a
querer más limpiamente porque nos hemos sentido queridos de verdad. Ya no
importan nuestros “fallos”, nuestras “culpas”, nuestros “sinsentidos”… Ya no
importan el “mal” que hayamos hecho o nos hayan podido hacer, Ya no importan…
porque la razón que nos mueve es querer al que tenemos al lado, a quien vemos y
a quien no vemos.
La invitación es
clara: Haz silencio todos los días, conéctate al “Todo que te quiere” (usa el
nombre que quieras usar) y déjate querer (afectar) como un niñ@ por su Madre.
(Texto de Emilio Murugarren, desde Irún. Mila esker, Emilio! Gracias por recordarnos que podemos conectarnos a "Todo lo que nos quiere", a Dios Padre/Madre, allí en "ese lugar interior donde experimentamos un cariño liberador.")
4 comentarios:
Puede ser una sencilla respuesta...Porque el Amor es exagerado. Con minúscula, no existe... ¿no crees?
Disfrútalo...
http://www.youtube.com/watch?v=cL95QInNFyI&feature=youtu.be
EL Amor siempre es exagerado, pero no arrasa, eso es quizá lo que hemos de aprender, la suavidad del Amor verdadero.
¡Hola, Elena!
Posiblemente ya conozcas esta reflexión de Clive Staples Lewis...
"No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos".
Reflexiones como ésta son las que logran que valore cada vez más la capacidad y la posibilidad que tengo de AMAR y SER AMADO.
¡Feliz Semana santa!
Gracias por tu comentario, Nacho, espero que vivas una semana santa feliz y alegre en compañía de los tuyos verdaderamente la capacidad de amar es el mayor don que nos ha dado Dios.
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