La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 21 de mayo de 2021

El abrazo... no siempre vale (según algunos)

El abrazo. Compañero de camino de la vida humana. Gesto natural que la pandemía ha impedido.  Cuando la distancia social llegó a nuestras vidas, perdimos el abrazo. Al cabo de un tiempo comenzaron a paracer en las redes sociales todo tipo de inventos que permitieran recuperar el abrazo. Vimos imágenes de nietos abrazando plastificadamente a sus abuelos, trabajadores de residencias abrazando a los mayores  a través de cortinas de plástico (alguna bondad del denostado plástico parece ser que permite el abrazo en tiempos de Covid).

Necesitamos abrazar y ser abrazados, es un camino incomparable de encuentro humano. En el abrazo doy y recibo, acojo y soy acogido. Corazón con corazón, en el abrazo nos damos y nos recibimos.

Así, durante estos catorce meses pandémicos, nadie ha dudado acerca del benecifio y necesidad del abrazo dado y recibido, ya sea abrazo feliz o abrazo en el dolor.

Pero llegaron ellos: la voluntaria de la cruz roja y el joven inmigrante. ¡Ay ese abrazo!

Era un abrazo imprescindible, necesario, natural, como suele decirse "era exigencia del guión" , porque si yo llego medio desmayado a una playa de otro país, si vengo de un periplo de desarraigo, de hambre, de guerra, de desesperación ¿qué puede ser más sanador que un contacto humano cálido y amoroso?. Y resulta que allí estaba una mujer con su sistema empático y solidario activo y en movimiento. Así que ese abrazo estaba llamado a acontecer como, seguramente, estaban dándose muchos otros abrazos en esa misma playa que no recibieron la atención de las cámaras.

Claro está, que quien mira el dolor humano como si de una película se tratare, situado en una distancia de despacho y sin haber bajado a pie de realidad, puede dedicarse a buscar los fallos del guion y de los actores. Y ¡vaya si encontraron fallos!

Lo que no saben es que "no vemos las cosas tal y como son, vemos las cosas tal y como somos" (frase atribuida en redes al Talmud, a Gandhi, a Newton y a mi vecina del quinto, pero frase muy acertada). Así que aquellos espectadores de la vida humana que en tal encuentro vieron un abrazo ilícito tienen un grave problema, un defícit de humanidad y una miopía desmesurada rozando la ceguera.

Somos en este occidente neoliberal, tan obtusos y tan volubles que el abrazo, el que era tan bien mirado y tan echado de menos por doquier, ahora ya no sirve si es entre una mujer blanca y joven y un chico negro y joven, si es en una playa pero no es verano, si es una playa pero no estás allí disfrutando de tus vacaciones, si es una playa de Ceuta, si es entre una voluntaria de Cruz Roja y un inmigrante. No vale el abrazo si estás tan roto que te aferras a ese cuerpo que, ¡oh desastre1, es un cuerpo joven y alguno ve ahí una tentación carnal desmedida a pesar de quien así se aferra no creo yo que este para mucha tentación más que nada porque esta medio muerto de frío, de cansancio y de dolor.

Ahora habrá que crear un pasaporte de abrazos como el de la vacunación para demostar en su momento si puedes o no abrazar o ser abrazado, no sea que escandalices al personal.

Porque, para algunos congéneres, resulta que ahora el abrazo... no siempre vale.




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