La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 15 de abril de 2022

El Gran Tóxico Jesús de Nazaret

En poco tiempo, el concepto "persona tóxica" ha pasado a formar parte del acervo de muchas personas. Entendiendo lo que quiere expresarse con ello y habiendo experimentado que es cierto que hay personas así, que parece que te quitan el aire y la vida cual dementores de Azkaban, también descubro en mí, en cambio, mis propios niveles de toxicidad, creo que todos los tenemos en mayor o menor medida.
De las personas tóxicas nos dicen que hay que alejarse, mantenerlas lejos de los límites de nuestro espacio vital. Dejar que un tóxico o una tóxica  esté en tu vida es poco menos que permitir la entrada del Covid en tu casa.
Y, claro, una vez te ofrecen una etiqueta clara y contundente ¡cómo no aplicarla!. Así, pasamos a calificar de tóxico a prácticamente todo el mundo que no vea el mundo como yo, que no comparta mis ideas, que se posicione más o menos de forma diferente y además, tenga la osadía de decírmelo. A veces es sencillo y descansa mucho calificar de tóxico al que me confronta y refleja aquello de mí que no quiero ver. Sentirse contrastado y confrontado no apetece, así que, mejor echar pelotas fuera y decir que es el otro, la otra quien con su toxicidad me está haciendo daño.
En fin...Me pregunto si eso de "personas tóxicas" no nos ha venido muy bien para ir creando un remanso de tranquilidad, un mundo en el que el disidente, por tóxico, queda apartado cual apestado de la Edad Media.
Y hoy, Viernes Santo, leyendo el cántico del Siervo y contemplando el ir y venir de Jesús de mano en mano durante su proceso político y religioso, me parecía ver en Jesús al gran tóxico por excelencia. Aquel cuya sola presencia hace que den ganas de quitarlo de en medio porque no encaja en ninguna fórmula prestablecida.
Sí, realmente Jesús de Nazaret, fue un gran tóxico. Debiera haber llevado en sí un tatuaje donde pusiera "peligro de contaminación radiactiva". Porque quien a él se acercaba, quien por unos instantes le prestaba atención, quedaba infectado, intoxicado.
A algunos esa infección nazarena les hizo bien, mucho bien, les eliminó su propia toxicidad personal, pero a otros... A otros Jesús les aterraba, les repugnaba.
Así, los que querían repeler ese virus jesusil, buscaron etiquetarlo. En esa época lo de "tóxico" no existía, pero vaya si buscaron cómo etiquetar a Jesús.
El ser humano tiene esta manía: etiquetarlo todo y a todos. En época de Jesús por etiquetas no iba a quedar: que si dice que es el Mesías, que si dice que es el Hijo de Dios, que si se junta con prostitutas, que si cura en sábado, que si anda con pecadores...
Al final, como Jesús no encajaba al cien por cien  en nada, el poder religioso se quita al tóxico de encima y se lo envía al poder militar romano y este, harto de la problemática Judea, decide parar ya todo esto: juicio sumarísimo, lavado de manos (¡cómo manchan los tóxicos con su sola presencia!) y paremos este lío sacando al tóxico-apestado-molesto Jesús fuera de las murallas, fuera de nuestros límites cómodos y conocidos donde cada quien sabe qué papel debe representar en la farsa de sociedad organizada.

Muera allí detenido, clavado de pies y manos, no queremos que se nos mueva, lo queremos bien quieto y bien etiquetado, que quede bien clarito: "EL HIJO DE DIOS", POR MÁS QUE ALGUNO QUISO QUE LA ETIQUETA DIJERA "ESTE HA DICHO QUE ES EL HIJO DE DIOS"
Etiquetas y más etiquetas, tóxicos y no tóxicos, judío o gentil, bueno o malo, foráneo o extranjero, mi país y tu país, con papeles o sin papeles, sagrado y profano...
Así seguimos, etiquetando y sacando fuera de las murallas a todo aquel o aquella que no encaje.
Hoy, acerquémonos lo más posible al Gran Tóxico Jesús, sería genial que nos infectase.

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