Hace poquito que hemos dejado atrás el día 1 de octubre y no quiero dejar de recordar que ese día los cristianos recordamos a Teresa del Niño Jesús. Una de las característicacs de la espiritualidad de Teresita.,como solemos nombrarla, tiene que ver con el abandono en Dios. Lejos de ser algo acaramelado y romántico, el abandono total en Dios requiere una profunda valentía, la capacidad de ir mucho más alla de uno mismo, atravesar todos los miedos, dejar atrás el deseo de seguridades y lanzarse confiadamente al vacío, un aparente vacío porque quien así se lanza descubre que no hay tal vacío sino la plenitud del Amor esperando a darlo todo a quien de todo se vació.
Teresa no fue una santa que viviera éxtasis ni grandes consolaciones, antes bien, cuando se lee su autobigrafía, se descubre un alma que sufrió, que vivió la profunda noche oscura, pero que siempre y en todo momento se entregó abandonada. Vivió, a mi modo de ver, una férrea infancia espiritual, es decir, la confianza del niño que sabe que su Padre/Madre nunca le haría daño ni le abandonaría pero en medio de una fe oscura, sin certezas tangibles, sólo la certeza de la fe que se hace Amor. Para ello hace falta mucho valor, fuerza interior.
Teresa nos puede enseñar a los hombres y mujeres de este siglo en el que la desconfianza tiñe muchos ámbitos de la vida, que vale la pena confiar, que confiar no es de débiles sino de fuertes, de seres grandes.
Gracias, Teresa, gracias a todos aquellos y aquellas que tiene el coraje de confiar e ir más allá.
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