Octubre se abrió con el recuerdo de Teresa del Niño Jesús y hoy nos invita a recordar a Francisco de Asís, quizá el santo más universal. De la vida de Francisco algunos se quedan con la idea de una vida un tanto anti-sistema o hippie. Una vida en contacto armónico con la naturaleza (es el patrono de los ecologistas) y con unas relaciones basadas en una fraternidad sencilla y amable. Sin embargo, la vida de Francisco está atravesada por líneas de dolor, por opciones que le llevaron a romper con personas y contextos amados por él. Francisco asistió a la crisis entre sus muy numerosos hermanos que le exigieron una regla a él que nunca pensó tal cosa. Experimentó la noche oscura y tanto se adentró en el sufrimiento del mundo que su cuerpo quedó señalado con las llagas de Jesús, nada menos agradable y romántico.
Uno de sus poemas más conocidos y hermosos es el "cántico de las criaturas". En él, Francisco alaba a Dios por las cosas creadas denominándolas "hermanos y hermanas": Hermano sol y hermana luna, hermana agua, hermana-madre tierra... Y una de esas alabanza la refiere a la hermana muerte-corporal de la que dice que "ningúan vivente escapa a su persecución". y es que la muerte forma parte de la vida, no las podemos separar. Los hombres y las mujeres sabios al igual que las culturas sabias, saben convivir con la muerte y acogerla como parte de ciclo de la vida. Pero, antes de la experiencia final de la muerte corporal, hemos de vivir las pequeñas o grandes muertes que conlleva el crecimiento personal, entre ellas, la más importante y difícil la muerte del ego, la muerte a esa parte de nosotros que nos cierra a los demás, que nos lleva a cerrarnos a la verdad y a buscar falsas seguridades. El ego que todo lo ve como separado, el ego que vive en el dualismo y etiqueta la realidad por su apariencia sin saber ir al fondo profundo, más allá de los fenómenos.
Sólo el dinamismo de la parte espiritual del ser humano le permite acceder a esos fondos profundos de la realidad, allí donde se es adentrado en el descubrimiento de una realidad no-dual y transpersonal. Espiritualidad y religión no son sinónimos. Se puede ser muy religiosos y escasamente espiritual y se puede ser profundamente espiritual y nada religioso. Los hermosos significados de la palabra "religión" (re-ligar o re-leer) han quedado tantas veces trabados y anulados en el sí de las religiones cuando estas se cierran en sí mismas.
Creo que los hombres y las mujeres realmente espirituales, es decir, abiertos y dóciles al dinamismo de vida que hay en el espíritu, siempre suponen un revulsivo para las visiones cerradas y seguras de sí mismas que hay en el seno de las religiones, de los sitemas filosóficos y políticos,. Los seres auténticamente espirituales saben morir a sí mismos y a todo aquello que empequeñece la grandeza del ser humano. La auténtica espiritualidad nos arraiga a la vida haciéndonos críticos y libres, capaces de acoger la evolución inherente a la Vida aunque tal evolución nos lleve a revisar nuestros esquemas continuamente y a morir a nuestras seguridades abriéndonos, sin embargo, a los horizontes infinitos de la Vida.
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