Creer, esperar, amar... Bien pudiera ser el título de una película "made in Hollywood": la protagonista o el protagonista, tras una ruptura amorosa o tras el derrumbe de su gran empresa, decide dar un giro a su vida, se va a un exótico y sabio país, por ejemplo, la India y termina descubriendo que la clave es creer en uno mismo ("Yes. I can"), esperar ("Lo que tenga que suceder, sucederá") y amar (evidentemente aquí es donde la Julia Roberts de turno encuentra una pareja a su medida que la comprende y enriquece).
Pero... Este guión un tanto manido resulta que es el guión de la vida de no pocas personas. Estoy segura que los seguidores de este blog que tengáis 40 años y más sabéis de qué hablo. En torno a los 40 años, un poco antes o después, cada uno en su momento oportuno (su KAIRÓS), experimentamos la emergencia de un dinamismo interior que nos hace sentir primero que lo de siempre y como siempre ya no vale. Después se siente el peso ingente de varias certezas: he de morir, soy vulnerable, mis seres amados morirán, soy falible, todo es relativo... ¡el sentido profundo no está en lo que hago! y entonces, se experimenta la intemperie de la pura existencia. La crisis de realismo, dirán algunos, "el demonio meridiano" dirán otros. Sea como sea, llega un momento en el que el Ser busca abrirse paso por entre las capas que hemos ido tejiendo en nuestra personalidad y que nos han servido para crear una identidad que, descubrimos ahora, debe morir.
Para un cristiano este es un momento clave. Momento del despertar verdadero a la vida teologal, es decir, de despertar a la potencia inmensa de la FE, de la ESPERANZA y de la CARIDAD, es decir: Se aprende poco a poco a CREER, ESPERAR Y AMAR. Curiosamente ese es el momento del "no hacer haciendo", del dejarse hacer y dejarse ser. Tiempo de la Gracia que debe secundada pero, antes, acogida.
Hace unos días me preguntaba un profesor: "¿se puede enseñar a amar?" Aún rumio la posible respuesta. Aparacen en mí atisbos: lo primero sería revisar nuestro concepto del amor. Hay formas de amar que no son amor sino mera búsqueda de control, de un placer fácil, de un reflejo amable y positivo del propio ego en el ser amado, formas de amar que sólo buscan en el fondo huir de la soledad o sentirse mejor o bueno...
¿Qué es amar? En cristiano creo que el único referente válido es Dios mismo y...¿Podemos amar como ama Dios? Ahí es donde entra la escuela verdadera del amor: el abandono. Abandonarse en manos de quien ES Amor, como decía antes, es entrar en la vida teologal en la que se deja hacer a Dios en una "activa pasividad".
Por eso, esa crisis existencial que nos atenaza a todos con más o menos virulencia, me parece que no es sino el estertor del hombre/mujer viejo/a que no quiere abandonarse en manos del Amor, que no quiere abandonar los esquemas conocidos y controlables.
La Vida nos invita a ir más allá. De uno depende secundar o no esa llamada. De uno depende cerrar el ser o abrirlo aunque duela. Entonces sí se aprende a amar y quien vive como aprendiz del amor siempre podrá enseñar algo, simplemente su vida se hará lección viva.
Me parece que sería una gran idea crear proyectos "CEA": Creer, Esperar, Amar. Dotar a nuestros alumnos de estrategias y experiencias que hagan que crean en sí mismos, que crean en los demás dejando a un lado ese mar de sospechas que nos atenazan todos y que nos hacen pensar primero de todo mal antes que bien. Guiarles en el gusto por la Espera, por los tiempos dilatados, sin ADSL, los tiempos amplios y serenos del SER. Enseñándoles a Amar con nuestro propio ejemplo, el de unos docentes que aman a sus alumnos, sean como sean.
Algo así pretende ser la EI (Educación de la Interioridad). ¿Nos animamos?
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