La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Crisis, crisis, crisis... pero con corazón






Desde todas las esquinas de nuestras ciudades y pueblos surgen la voces de hombres y mujeres que vienen cargados de promesas: los políticos. Prometen, juran y perjuran que harán esto y aquello y que lo harán mejor y más honradamente que los ineptos del otro partido.

Hombres y mujeres maduros, algunos entrados en canas y años que, sin embargo, me recuerda a adolescentes enfadados que encauzan su rabia poniendo verdes a los demás. Unos a otros se echan la culpa de todo. El otro nunca hizo nada bien ni lo hará.

Esos políticos van de aquí para allá en jornadas agotadoras, dando besos y abrazos a diestro y siniestro, levantando sus brazos y manos, gritando como locos a pesar de que tiene micrófonos que amplifican sus palabras, como si quien más grita demostara así la veracidad de sus palabras.

Ellos y ellas, los políticos, vienen cargados de promesas y nos las echan encima todas a la vez, una detrás de las otras porque estamos en crisis, crisis de todo, crisis total. Y nos lo recuerdan enfadados, como si otros entes ajenos nos hubieran metido en esta "crisismanía". Pero...¿acaso no están todos ellos y ellas enterados de cómo funciona el tinglado? Son lobos con piel de cordero. Se hacen los tontos, es el otro, el del otro partido el que lo hace y lo hizo y lo hará mal, es su culpa. Como si no supieran todos y todas, como si no hubieran participado de miles de tretas jugadas en cientos de despachos. Se hacen los tontos, disimulan... y gritan, gritan mucho. Patio de colegiales, mentidero nacional, gran parodia que, un tanto aborregados, aplaudimos y vitoreamos engullidos por la catarsis colectiva del mitín triunfal.

Crisis, crisis, crisis, hay quien ya la bendice porque le llevará al poder. Crisis, crisis, crisis, hay quien la padece día a día, hora a hora, en lenta agonía, las urnas serán su intento de decir algo, de intentar cambiar una dolorosa situación. Otros prescindirán de las urnas, seguirán buscándose la vida como puedan, asqueados de vanas promesas que se olvidan tras los cien primeros días en el poder. Otros se indignan y salen a la calle y buscan decir de mil maneras que así no podemos seguir.

Crisis, crisis, crisis... en medio de ella, hay quien sabe Ver y Escuchar y descorchan la botella que contiene la medicina contra tanto desatino: el Amor. Un amor que tiene toques de honradez (extraña palabra en estos tiempos), de creatividad (alejada de reproches eternos, de discursos repetititvos, de profecías catastróficas, de falsas seguridades para salir del paso), de compasión (padecer con quien padece entrando en comunión activa que busca derrotar a la injusticia), de compromiso (sin fecha límite), de esperanza (sabiendo que la sanación de heridas tan profundas requiere tiempo, paciencia, ir paso a paso sin renunciar a los sueños más lícitos del ser humano), de confianza (la que nace de la sencillez, la confianza en que hay mucho más que vivir, que descubrir, que aportar...).

Falta poco para el Adviento. Que cuando callen los políticos, cuando dejen de gritar desde sus estrados, se escuchen en nuestras ciudades y plazas las palabras del Amor, las que nunca dejan de pronunciarse en las familias, entre los amigos, en el corazón de los amantes, en la vida de los que dan la vida. Que resuene silencioso el anuncio del Reinado de Dios: paz, alegría y amor. Que alguien ponga corazón en esta crisis y nos recuerde que el ser humano tiene recursos dentro de sí para reconstruír lo roto, para restañar heridas, para imaginar y construir un mundo mejor. Que algún Juan Bautista nos hable de verdadera justicia, que nos recuerde que, más allá de las leyes de los mercados y de la mercadería política, hay algo llamado Humanidad y de ella todos y todas somos parte. Que cuando sintamos que como humanos, no podemos y no sabemos más, nos abramos humildes a la Luz que viene de lo alto.

Crisis, crisis, crisis... Que alguien ponga un corazón en medio de la crisis, por favor.

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