hasta la entraña de sus entrañas,
lo que ve, lo que escucha,
lo que toca con sus manos,
el olor y el sabor de la vida, con ella lo lleva.
Ella, María,
mujer, judía, esposa y madre.
Ella, María, CREYENTE,
más aún, existencia abandonada total y radicalmente en su Dios.
Ella, María, mujer abierta en canal,
campo arado,
surco de la Divinidad,
plena de frutos y aún de semillas,
Ella, María, útero gestante de la hondura de un Dios
inaccesible para los soberbios.
Ella, María, oteadora de los caminos
por los que pasa Dios,caminos secundarios que no sabe encontrar
los poderoso de este mundo,
caminos ocultos para los ojos adormilados y acomodados.
Ella, María, la mujer
la bendita mujer entre todas las criaturas,
el Debir consciente
donde la Palabra puede resonar
y hacerse carne y parábola y milagro.
Ella, María, en el sábado, silente Presencia,
dolor sin grito,
caricia de madre a un hijo asesinado,
duelo y llanto abrigados por una pertinaz esperanza,
la de los mansos y los pacíficos,
la del ser Bienaventurado
que aún destrozado por la tragedia,
alcanza a ver más allá.
Ella, María, la mujer humana como todos los humanos,
traspasada por Dios, colmada por Dios,
remecida por Dios
resucitada desde aquel FIAT que gestó en ella muerte y Vida.
Ella, María, custode de los misterios de Dios
haciendo siempre lo que Él pronuncie
y, así, transformada su agua en Vino de Vida Eterna.
Ella, María, en espera activa,
conteniendo el aliento,
sintiendo en sí de nuevo dolores de parto.
En ella, en María,
nuestra espera del Sábado Santo.
Elena Andrés Suárez
1 comentario:
Gracias amiga Elena. Me ayudas a vivir este Sábado Santo.
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