La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 26 de marzo de 2020

Implicarse (¿o complicarse?)

Este año nos toca a mi marido y a mí ser, ni más ni menos, los presidentes de la comunidad de vecinos. Ya sabéis que eso es casi como te toque ir a presidir una mesa electoral: sabemos que nos puede pasar, pero cuando pasa...

Como yo he vivido de alquiler toda mi vida, nunca he sido "presidenta" y la verdad es que era la mejor parte de ser una eterna alquilada. Pero, resulta que la Vida siempre tiene lecciones que darnos y quiero compartir la que estoy aprendiendo yo.

Nuestra comunidad es pequeñita, 16 vecinos, barrio nuevo, casa de reciente construcción y por lo tanto pues vamos descubriendo las "chapuzas" variadas que dejaron tras de sí los diferentes gremios. Realmente, en estos cinco años que hace que vivimos en este piso, he llegado a valorar más que nunca en mi vida aquello del "trabajo bien hecho" y me pregunto una y otra vez como es posible hacer las cosas  mal pudiéndolas hacer bien, pero, bueno, ese es otro gran Misterio de la existencia que dejo para el programa de Iker Jimenez (para los que me leéis desde otros paises un programa sobre asuntos paranormales).

Otro misterio (o no tanto) es descubrir que había un montón de cosas sin hacer simplemente por dejadez. Mi marido y yo, al recibir el testigo como "presis", hemos comenzado a pensar qué narices han hecho hasta ahora los anteriores "presis" (¡como pasa con los cambios de gobierno! curioso ¿no?).
Infinidad de reuniones de vecinos diciendo "hay que hacer esto" "hay que llamar a aquel" y, nada, que la mitad estaba sin hacer. 

Y, aquí viene la enjundia de lo que quiero compartir: la atención e implicación de mi marido en poner en marcha lo que había que hacer está dando unos resultados portentosos en muy poco tiempo. Debo decir, en honor a la verdad que hay un grupo de unos tres o cuatro vecinos más que están súper implicados y que, junto con mi marido, forman un verdadero batallón de currantes en pro de nuestro bloque.

Y aquí estoy yo, asisitiendo al proceso de mejora que radica en el nivel de implicación de las personas en los cambios que se desean y en su gracejo para aunar fuerzas. Sin implicación no hay cambio. Sin comunidad no hay cambio. Y, claro, implicación significa "pringarse" y dar de tu tiempo: mi marido ficha cada día a las ocho y está literalmente pegado a su ordenador hasta las seis o las siete de la tarde, preparando clases, corrigiendo trabajos, haciendo videollamadas con su claustro, con otros equipos de trabajo en los que está metido (implicado), con sus alumnos, graba vídeos (estoy realmente en estado de shock por la cantidad de horas de dedicación total) y, en medio, si llega un mail o una llamada de los vecinos o del fontanero o del administrador o del de la antena, pues, ahí está él respondiendo con amabilidad y atendiendo lo que toque atender. Y lo mismo el del tercero que, con su espalda hecha polvo, sube y baja del tejado de la casa cada vez que toca o limpia el garaje sin decir nada  para que la lluvia no lo inunde.

En fin, no penséis que la entrada es una excusa para presumir de marido (que lo hago) sino que todos estos días de confinamiento todo está como más presente por más "condensado" y unos nos vemos a los otros todo el día. Mientras escribo esto, mi marido lleva desde la ocho de la mañana trabajando y ahí sigue y, siempre con una sonrisa.
El confinamiento nos permite VERNOS, RE-CONOCERNOS. Brilla con fuerza en los límites de las paredes de casa nuestra luz y también a ratos, nuestra sombra y hemos de aprender a danzar con las dos la danza de la vida, porque no hay adonde ir. Estamos y nos vemos.

Por otro lado, la otra enseñanza respecto al tema de los arreglos del bloque es que, si entre todos no arrimamos el hombro, la cosa no va bien o, al menos, no todo lo bien que podría ir. Percibo una cierta tendencia a "si a mí no me afecta, pues no hago nada" (como en el cole cuando una chaval te dice que no recoge el papel en el suelo "porque no lo he tirado yo"). Hay quien claramente alega que su tiempo libre es para su familia, no para estar solucionando temas de la casa. Bueno, puede que sí, pero es curioso como cuando uno de esos temas nos roza de cerca, movemos todo y ponemos el grito en el cielo para que se solucione. Vamos, más o menos como está pasando en Europa: los problemas de los refugiados y migrantes los solucionamos dejándolos morir en el mediterráneo y poniendo vallas por todos lados, pero, ayyyyy, ahora con el COVID-19 pedimos solidaridad, ayuda, etc... Curioso, sí, nuestra sociedad ha ido decantándose poco a poco hacia la implicación personal o grupal sólo en tanto en cuanto me afecta a mí, a mi colectivo, si no... "ojos que no ven, corazón que no siente". Tampoco es nuevo, pero es pertinente creo traerlo a colación.

Nuestros aplausos de las ocho de la tarde son para personas concretas que se implican, que lo hacen cada día, que pagan consecuencias muy duras, ellas y sus familias, por su implicación, no es una implicación aséptica por más que deban usar guantes y mascarillas, tampoco creo que el sueldo cobrado sea la única razón de su implicación (díselo a una cajera). Quizá mientras aplaudimos eufóricos, debiéramos hacer del aplauso una meditación y preguntarme: "Y yo ¿en qué y con quién me implico y hasta dónde? y una reverencia: Reverenciar internamente a las personas que en lo pequeño primero y en lo grande después (porque nada se improvisa en esta vida) lo dan todo y allí donde están se implican (el egoísta dirá "se complican", pero ese es su problema).

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