La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 16 de diciembre de 2021

SER FELIZ


Se cumplen dos años de la publicación de mi libro "SER" en Ed. San Pablo. Escribir este libro fue para mí una verdadera aventura interior en la que transité muchos estados de ánimo, afronté miedos y aparecieron nuevos interrogantes. Pero, sobre todo, supuso el regalo de poder compartir con quien desee leer este humilde libro, una manera de entender ese verbo ser que nosotros declinamos al modo humano, porque si no lo hacemos así, queda sin significado.

Comparto un extracto del libro a modo de homenaje a todos los que nos ponemos en camino y vamos más allá para ser quienes de veras estamos llamados a ser, aún a riesgo de cometer errores, de perder a ratos el rumbo... Lo más hermoso de estar en camino, es cuando te encuentras con otros camiRantes, con otros buscadores de felicidad y compartes VIDA:



Ser feliz

Nadie desea sufrir, nadie desea ni espera ser desgraciado en esta vida. Todo ser humano lleva en sí un impulso hacia la felicidad. Cada uno de nosotros vamos descubriendo qué nos hace felices a lo largo de nuestra vida. La cuestión de fondo es que podemos llegar a identificar la felicidad con “las cosas que siento que me hacen feliz”. Por ejemplo, recuerdo que, en uno de los talleres de educación de la interioridad con alumnos de Bachillerato, un chico compartió con el grupo que era la primera vez que lloraba tanto “sin estar borracho”. El contexto de esta afirmación era el de un grupo de treinta chicos y chicas conviviendo durante tres días con el telón de fondo de conectar con su interior para “ir más allá”. Tras una de las dinámicas más potentes de esos días y ya casi al final de la convivencia, este chico nos sorprendió con esta declaración. Desde luego, él explicó que se refería a llorar de alegría, de emoción. Nos dijo que se había sentido liberado y que era una sensación que solía vivir cuando se emborrachaba algunos fines de semana. No entraré a exponer el diálogo que allí se dio, pero sí lo comparto porque siempre me ha parecido que aquella contundente frase resume muy bien de qué forma el ser humano puede enfocar la búsqueda de su felicidad de diferentes formas e identificar la felicidad con cosas o sensaciones efímeras, alejándose sin saberlo de la fuente de la felicidad.

Desde luego, una persona precisará de “mediaciones” entre la felicidad y ella. Pero, en la medida en la que el enfoque total y único provenga del ego básico, es decir, del nivel en el que la persona está “totalmente sumergida en la experiencia material más burda en la que no hay ningún contacto con el mundo interior” (Laia Monserrat: La revolución del Hara. Ed. Kairós, Barcelona 2016. Pág. 85.), esa natural búsqueda de la felicidad, se tornará una tarea ardua volcada exclusivamente “hacia lo de fuera”. En este nivel, la persona pone la felicidad en las cosas, en el éxito relacional, laboral, económico, en la aceptación y en un largo etcétera de cosas que terminarán convenciéndole que “lo que le hace feliz” siempre depende de las cosas y de las personas.

Efectivamente, la dimensión interior es la que
nos capacita para pasar de estar sujetos a ser sujetos. Dicho de otra manera, cuando vivimos de espaldas a nuestra interioridad nos convertimos en seres sujetos a todo tipo de dependencias y limitaciones. Quien se exilia de su “casa interior” vive permanentemente sujeto a los juicios y circunstancias externas sin autonomía ni libertad plenas. Un ser que busca fuera el cumplimiento de sus anhelos sin darse cuenta de que posee dentro de sí la tierra prometida que ansía.

Quien descubre y alimenta su dimensión interior se transforma en sujeto de su propia acción, responsable, libre del falso mundo de la imagen y la opinión externas, encuentra dentro de sí un hogar que le confiere solidez y estabilidad.

Pero, llegar a alcanzar tales cotas de autonomía y libertad personal, requiere de tiempo, pide paciencia y un trabajo consciente sobre uno mismo. Cuando en el ámbito familiar se reciben aportes en esta línea la persona puede encontrar menos dificultades en lo referente a “conectar” con su interior. Si en casa y/o en la escuela, pero sobre todo en la familia, se han recibido los regalos de aprender a pensar en profundidad, gozar del silencio, de la naturaleza, del deporte, del arte, descubrir la intimidad de la escritura en un diario, valorar el enorme tesoro de la amistad, aprender el sentido de la responsabilidad, vivir desde la confianza y no desde la sospecha, etc. entonces, llegados los momentos vitales más densos, la persona descubre que posee estrategias, herramientas, hábitos personales que le dificultan menos ese “acceso al interior” tan urgente en algunas fases de la vida.

No obstante, todos nos vemos abocados a momentos donde parece que nos quedamos sin guía, sin luz, sin orientación. Forma parte de ese fascinante proceso de ser asumir las oscuridades y desconciertos, acoger la gran cantidad de aspectos que no pueden ser controlados, que escapan a nuestra comprensión, no sólo a una explicación racional sino incluso a veces espiritual. Es en esos momentos donde somos convocados por la Vida a reconciliarnos humildemente con la dimensión de Misterio de toda vida. Y es quizá, en este punto, donde la persona puede descubrir asombrada y perpleja el hecho de que la tan ansiada felicidad brota en el acto de acoger y asumir la vida con lucidez y agradecimiento en todas sus facetas: lo agradable y lo desagradable, la luz y la oscuridad, lo comprensible y lo incomprensible, lo tangible y lo intangible…




miércoles, 1 de diciembre de 2021

Pasar el rato o entrar en el tiempo

Adviento: tiempo de espera...tiempo de Esperanza. 

Las personas no somos, en general, muy dadas a saber esperar. Es muy normal que mientras espero me entre una sensación como de "comezón" que me impulse a hacer algo para pasar el rato. Como quien a la espera del autobús que le lleve a casa, mira el móvil para pasar el rato o llama por teléfono para charlar y que el tiempo pase más rápido.

Pasar el rato es hacer algo para que el tiempo no se me haga eterno, para no aburrirme, para salir del tedio, para escapar de un "ahora" que me parece no tiene sentido o que se hace muy
pesado o soso...

Pasar el rato es intentar ir de puntillas por el tiempo que a mí me parece que "sobra"... Pasar el rato haciendo algo para no impacientarme o para, como digo, no aburrirme. Pasar el rato  crea la sensación de que el tiempo pasa más rápido cuando siento que ese tiempo debería ser más corto... Incluso hay quien para  que el tiempo pase más rápido, echa una cabezadita....

Pasar el rato es la forma de escapar de esa vivencia subjetiva del tiempo cronológico que hace que, lo que a mí se me pasa "como un suspiro" a ti se te haga "eterno". Sí, porque en la forma de vivir el tiempo, entra la subjetividad humana.

Parece ser que Dios,  también tiene su particular forma de percibir el tiempo: 

      Para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día (2 Pe 3, 8)

Seguro que todos tenemos algún amigo o amiga "tardón", de esos que quedes a la hora que quedes, jamás llegarán a la hora acordada. Para quienes somos puntillosos con la puntualidad, tener un amigo así es una verdadera prueba de paciencia y de cariño. Llegar a tomarte con humor la impuntualidad del otro es una gran señal de amistad.

Pues,  las primeras comunidades cristianas, que vivían muy expectantes la segunda venida de Jesús (la parusía), también comenzaron a sentir que Dios era un poco como ese amigo tardón, que te dice que vendrá pero no sabes bien cuándo será. Creían que iba a ser tan inminente que Cristo regresara, que algunos dejaron de trabajar porque total "si ya viene en seguida...", vamos, que pensaron que la cosa era para "ya mismo" y se trataba de pasar el rato mientras llegaba.

San Pablo, observando este extraño "pasar el rato" no haciendo nada de algunos, dirá:

 "Cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado de que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A esos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan" (2 Ts 3, 10-12).

Hay, pues, dos formas de vivir la espera: pasando el rato mientras espero que suceda otra cosa más interesante que mi propia vida o adentrarme en el tiempo y vivir consciente y entregadamente cada momento con el corazón conectado a lo que se espera para no estar dormidos cuando acontezca.

Me parece a mí que por ahí va la pedagogía del Adviento: dejar de pasar el rato e ir aprendiendo a entrar en el tiempo, pero en el tiempo de Dios que... ese es otro tiempo.

Y entrar en el tiempo de Dios creo que es aprender  a vivir desde esa espera esperanzada que no me exime de mi vida, de mis responsabilidades, que no  me pone en stand by, sino que, al contrario, despierta en mí un mayor dinamismo de implicación con mi vida y con toda vida por un aumento exponencial de la atención.

Así, clamar durante el Adviento "Ven, Señor Jesús", conlleva realizar las acciones pertinentes que realmente permitan que Cristo se haga presente en este mundo a través de mí. Para ello, el Hijo de Dios, cuyo nacimiento contemplaremos en Nochebuena, nos dejó una larga explicación de qué es seguirle y de qué supone que él nazca en mí. Pero lo de Jesús no fue un largo discurso ni un compendio de documentos, sino una VIDA vivida en todo con el Abbá y para los hermanos.


Pues, he aquí el "reto" del Adviento: o pasamos el rato a la espera de algo que no sabemos cuándo ni cómo será, o nos adentramos en el tiempo de Dios poniendo "pico y pala" en la construcción del Reino, y que, cuando el Amigo llegue, ¡que nos pille trabajando!



jueves, 18 de noviembre de 2021

Crecer internamente


Ninguna representación que hagamos de la divinidad es la divinidad, ninguna afirmación que nos sitúe en la perfección espiritual, es auténtica porque lo espiritual no es algo que “tenemos” es algo que “somos”.

Silenciarse es una ardua tarea, porque no sólo consiste en la postura corporal o en determinado ritmo respiratorio. Silenciarse comienza, sí, por la ejercitación fiel en un modo de silenciamiento, el que sea, menos o más elaborado. Pero es sólo la cubierta del libro. Creo que, si supiéramos lo que comporta la verdadera iluminación o despertar, saldríamos corriendo.

Creo que es así. Hoy, por suerte o por desgracia, está de moda hablar del despertar, del crecimiento interior, de la interioridad, de la meditación, de la “no dualidad” pero me da la impresión de que muchos de quienes nos interesamos por ello e incluso le dedicamos tiempo de estudio y de práctica, lo hacemos porque nos quedamos en la zona de confort del asunto, allí donde el vértigo del Misterio y de lo verdaderamente profundo, no nos amenaza.

Crecer internamente, secundar la llamada del SER, de Dios, es un ejercicio de lucha contra el ego inmaduro, supone mirar a la cara nuestras sombras más aterradoras. En momentos muy densos, requiere ayuda de maestras y maestros espirituales y también ayudas psicológicas. Porque tomar en serio nuestro ser presupone un trabajo, un ejercicio permanente de “no bajar la guardia”, de no creerme que sé nada. A la vez, también es necesario aprender a afirmarse, a decirse a uno mismo lo que valgo y dejar que otros me lo digan, renunciando a las falsas humildades que ocultan a veces tantos miedos o tanta soberbia.

Llegar a ser lo que se es y quien se es, nos convierte en aprendices de todo y maestros de nada. Y creo firmemente que muchos abandonamos el camino cuando este nos pide cambios que son como “el hijo amado”. Cuando el camino del silenciamiento nos descubre nuestros “falsos dioses”, muchos abandonamos y nos conformamos con las veredas fáciles de transitar.

Carl Jung se refiere a esto cuando afirma: “uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad. Este último proceso es desagradable y por tanto no es popular”. Efectivamente, no es popular ni atractivo indicar que crecer internamente supone atravesar muchas oscuridades y sentir mucho cansancio. A veces conlleva la incomprensión de los más íntimos. Tarde o temprano, aparece la imperiosa necesidad de cruzar a orillas ignotas sabiendo que no hay vuelta atrás. En palabras de M. Kaplan, la verdadera naturaleza de la iluminación es el matrimonio de la iluminación y la “oscuración” . Lo oscuro forma parte de la luz. Ser conlleva descubrir quién y quién no soy. Ser conlleva vivir con el ego mientras se hunden las raíces en el “no-yo”. Se dice muy fácil. Vivirlo pasa por recorrer caminos muy áridos en ocasiones. Vivir así requiere silenciarme: silenciar mi cuerpo (no olvidarlo, no dejarlo de lado sino “corporeizar” el silenciamiento). Silenciar mi mente, la gran charlatana y anticipadora (silenciarla para aclararla, para salir de sus embrollos). Silenciar las emociones cambiantes (no eliminarlas o bloquearlas, sino iluminarlas e integrarlas). Silenciar todo cuanto me sé de memoria de mí mismo, de la vida, de “lo espiritual”, incluso de Dios.

Pueden pasar años, muchos años, hasta que aprenda a silenciarme. Debe aplicarse una “muy determinada determinación” como aconseja Teresa de Jesús. Dürckheim también incide en esta centralidad de la práctica mantenida de las técnicas de silenciamiento:

                El ejercicio del camino interior comienza justo en el momento en que ya se sabe hacer aquello que se practica. Es una permanente repetición (…) Las experiencias que vivirá aquél que ha abordado con seriedad el Camino son tan enriquecedoras y liberadoras, como duras le parecen las exigencias de la transformación a aquel que se mantiene cerrado al Ser, que no vive sino por su yo existencial.

(Extracto del libro SER de Elena Andrés, págs. 120-123)

miércoles, 13 de octubre de 2021

Maestr@s visionari@os

 

Todo es revelación, todo lo sería de ser acogido en estado naciente. La visión que llega desde afuera rompiendo la oscuridad del sentido, la vista que se abre, y que sólo se abre verdaderamente si bajo ella se abre al par la visión. Cuando el sentido único del ser se despierta en libertad, según su propia ley, sin la opresiva presencia de la intención, desinteresadamente (…) se enciende así (…) la visión como una llama. Una llama que funde el sentido hasta ese instante ciego con su correspondiente ver, y con la realidad misma que no le ofrece resistencia alguna.

(MARÍA ZAMBRANO, Claros en el bosque, Seix Barral, Barcelona, 1977, p.51.)


Cada poco tiempo regreso a este pequeño texto de María Zambrano. Pequeño texto que, en cambio, encierra grandes horizontes, profundas verdades...

Hoy, a punto de comenzar una nueva edición del Experto Universitario en Educación de la Interioridad, leo estas sabias palabras que resuenan dentro como una invitación, como una música que impele a ir más allá y a mirar más adentro.

No es la mirada interior algo que nos distancia del mundo ni de lo cotidiano. La mirada interior, muy al contrario, opera en la persona como un aumento en la capacidad de VER y, por lo tanto, una experiencia de mayor arraigo en la vida y un dinamismo hacia un más grande compromiso en el cuidado de la misma.

María Zambrano en este texto hermana "vista" y "visión". Porque nos sucede a las personas que pasamos muchos años de nuestra vida viendo sin ver. Existe un "ver" que es superficial, desconectado, atropellado. Existe un ver sin ver, sin visión. Se ve porque los ojos físicos están activos, pero sin ver porque la mirada interior está dormida.

"Veo, veo...¿Qué ves?... Una cosita...¿y qué cosita es?" Así decíamos canturreando al jugar al "veo, veo". Y la cuestión era identificar "qué ves". Precisamente porque una cosa es ver y otra identificar qué veo. Cuando vista y visión se abren a la par, lo real manifiesta su ser, nos hace vibrar con su presencia y, entonces, se da la experiencia de la revelación.

"Veo, veo..." Pero, tantas veces, veo sin gustar internamente, sin saber apoyar y hundir mi ver en una mirada interna que permite la REVELACIÓN de todo cuanto es.

Revelación, bella palabra. Evoca tantas cosas: Profundidad, amplitud, horizontes abiertos, aumento de las posibilidadestransparencia, contemplación, atención, escucha, dejar ser...

Educar la propia interioridad tiene que ver con educar la mirada, poniendo a funcionar la capacidad que todos tenemos de unir el ver y la visión que permiten así, que todo nos hable, que todo se revele libre de los límites y etiquetas preconcebidas del ver superficial.

Educar la Interioridad como paradigma educativo, pide del maestro/a el despertar urgente de una visión que activa un corazón pensante y una mente sintiente. Siendo así, cada alumno, cada alumna, puede ser acogido "en estado naciente" y el Maestro es, sin duda, partero del ser de ese niño, de ese joven. Testigo de la revelación de sí que se da en cada uno de ellos en esos años llenos de vida en los que "todo es posible y todo está por hacer".

Educar pide maestros y maestras despiertos. Maestros y maestras visionarios porque aúnan a la par "ver" y "visión".

martes, 31 de agosto de 2021

"¿Dónde está tu hermano?"

Están pasando muchísimas cosas en el mundo “grande” y en el mundo “pequeño”. Por mundo grande entiendo ese al que yo difícilmente puedo llegar en persona, son otros países, son los tinglados políticos y económicos a gran escala, la alta política, etc.  O sea, lo muy grande, grande, donde yo no puedo llegar.

Luego está el mundo “pequeño”, ahí donde yo, con más o menos esfuerzo, si de verdad quiero, puedo hacerme presente de alguna manera.

Mire donde mire, a lo grande o a lo pequeño, están pasando muchas cosas, muchísimas y muy potentes. Cosas que afectan y hacen sufrir a las personas, a las del mundo grande y a las del mundo pequeño. Y no sólo se trata del Covid y sus secuelas, hay muchísimo más.

Escucho y leo lo que “pasa” y siento que me traspasa el alma y me causa tristeza, me crea desazón, me indigna, me enfada, me interpela… Y me pregunto qué narices puedo hacer yo, igual que me pregunto por qué no estamos hace tiempo ya todos en la calle indignándonos de verdad (¿dónde queda el espíritu del 15-M?). La respuesta primera es que no puedo influir en nada en el mundo grande, que me queda muy lejos, que no tengo poder ni medios.

Luego conecto un poquito más con la pregunta, con sus implicaciones y una vocecilla me dice que la respuesta primera supone tirar la toalla, implica renunciar a una característica propia del ser humano: la compasión.

Decirme a mí misma que no puedo hacer nada y seguir como si tal cosa, me deshumaniza. La escuela para aprender y ejercer la compasión es la vida cotidiana, la del “mundo pequeño”. Mi día a día. Ahí sí tengo poder, ahí sí puedo hacer o no hacer; ser o no ser…

Yo no puedo ir al aeropuerto de Kabul a sacar de ese infierno a nadie, pero puedo informarme y saber donde hay refugiados afganos, qué redes de solidaridad existen en mi entorno cercano y decir cual puede ser mi forma de apoyar, de ayudar de sostener…

Esa fue, por ejemplo, la luz en medio de la oscuridad el confinamiento: las personas que salían cada día de su casa dispuestas a hacer la compra para los ancianos solos, a llevarles medicamentos que no podían salir a comprar, fueron esas redes de apoyo cercanas las que nos recordaron que lo grande se gesta en lo pequeño y que, tratándose del prójimo, ninguna acción es pequeña.

No digo nada original, lo sé, pero me da la impresión de que ante la ingente avalancha de información que recibimos cada día, el resultado es que buscamos protegernos de un mundo tan fiero y agresivo, recluyéndonos en las trincheras del “yo nada puedo hacer” “eso corresponde a los gobiernos” “bastante tengo con lo mío”.

El caso es que miro alrededor y no veo a personas que vivamos mal, empezando por mí misma. La cafetería que hay bajo mi casa está cada día llena hasta la bandera. Veo a las personas pasear tranquilamente con un perro, hijos con montones de juguetes, bicicletas, veo pasar coches caros, veo como gastamos dinerito en varios cafés y cervezas y “pintxitos” diarios, veo a la gente de mi barrio ir y venir de vacaciones… No percibo pobreza, ni excesivos problemas económicos… Percibo esa clase media o media alta que configura la sociedad del “bien-estar”. Yo formo parte de todo ello y no escapo a ese modo de vida, soy una más en la rueda del sistema neoliberal.

No sé qué compromiso ético tendrá cada uno de mis vecinos, de mis conocidos. Sólo puedo saber y juzgar el mío. Sin embargo, percibo en el ambiente algo que me lleva a preguntarme si no nos hemos acostumbrado a comulgar con ruedas de molino y que hace que, como lo del “mundo grande” me queda muy lejos y es muy grande, pues, eso, yo a lo mío y termina por indignarme tan sólo lo que me toca a mí, lo que me afecta a mí, lo que me pasa a mí… Y me defino con aquello tan tremendo de “yo soy muy amigo de mis amigos” (uf…).

Ahí está el tema, ahí la enjundia: ¿Puedo vivir de tal modo que lo que le pasa al otro no me afecte? ¿podemos, como individuos y sociedades, seguir viviendo desde los “derechos” y no acogiendo los “deberes” inherentes a tales derechos? ¿Podemos, sobre todo tras la pandemia, seguir pensando que lo que le pasa al otro no me pasará a mí o no me afectará a mí? ¿Podemos seguir refugiándonos de la intemperie de la existencia y del grito del prójimo sufriente en las compras compulsivas y el divertimento sin fin?

Parece que sí, se puede y yo misma, tantísimas veces, lo hago, pero… A la larga a mí me salta una alarma y es esa vocecilla a la que me refería antes y que evidentemente es la voz de mi conciencia y la voz de Dios en ella que me dice: “Elena ¿Dónde está tu hermano?”

PD: Y, ahora, voy a seguir poniendo manos a la obra, empecinada en mi creencia y esperanza de que, a través de la educación, puedo aportar algo a la mejora del mundo.

 

¡¡FELIZ COMIENZO DE CURSO, FELIZ AÑO NUEVO en el que tanto podemos hacer por los demás!!

miércoles, 23 de junio de 2021

FELICES VAC-ACCIONES, QUERID@S PROFES


Dicen  que tenéis "muchas vacaciones"... Esa es la definición de maestr@, de profe que algunos guardan en la recamara. Bueno, si así fuera, si tenéis muchas vacaciones pues ¡enhorabuena!

Sin embargo, yo sé que lo vuestro son generalmente "vac-acciones", vamos, que la mayoría de profes hasta agosto no paran: campamentos de verano, camino de Santiago, convivencias con grupos, cursos de actualización, terminar de preparar esto y aquello (un "esto" y un "aquello" que de año en año es más y más farragoso y grande por mor de las continuas reformas educativas a las que se añade ahora el "contexto Covid").

Los equipos directivos ahí estarán hasta el último día de julio al pie del cañón y regresarán la última semana de agosto para tenerlo todo bien situado.

Las vac-acciones del profe son eso, seguir recreando y mejorando sus clases, su formación personal pero en otro contexto, con menos prisa y atropello. Ahí están, sin desconectar del todo nunca. Soy testigo.

Y es así, porque el buen maestro, la buena maestra lo es en y desde su corazón y cuando algo nace y vive en el corazón, uno no se desconecta PORQUE ES SU PASIÓN, SU VOCACIÓN Y LE NACE DEL  ADENTRO, DE LAS ENTRAÑAS Y NO LE MOLESTA, SINO QUE LE PLENIFICA. 

Os vais de vac-acciones, queridos profes...¡Bien merecidas os las tenéis este año!

Hoy en todo el país deberíamos salir a los balcones a aplaudiros un buen rato. Sí, he visto que os hacían algún homenaje institucional pero muy tímido creo yo, muy poco aireado. En fin, yo desde mi balconcillo virtual, OS APLAUDO, os lanzo al aire, al cielo un beso, un abrazo, un GRACIAS.

Sois esa presencia que pone estabilidad en la incertidumbre, siempre has sido así, sin embargo desde marzo del 2020 lo hemos visto bien clarito aunque seamos tímidos -por decir algo- para expresarlo como sociedad. 

Maestros y maestras de Corazón, con Corazón, que conectáis con el corazón de vuestros alumnos y de sus familias. Sois los que no miran el reloj, los que no entienden de horarios ni de detalles de contrato. Sois personas acompañando personas. Sois falibles, os cansáis, no lo sabéis todo ni lo podéis todo, pero lo dais todo, ya sea en "formato presencial" o, ahora también, en "formato online".

Sois profesionales como la copa de un pino. Os habéis formateado en una décima de segundo y podéis impartir vuestras clases y haceros cercanos en el metro y medio al alumno que está en el aula con la mascarilla muerto de frío o de calor (como vosotr@s) y al que está en casa confinado.

Sois hogar cálido para tantos niños y adolescentes necesitados de una palabra, de una mirada, de un abrazo, de una Presencia que le haga sentir importante, válido, acompañado y querido.

Tú, Maestr@ de Corazón, con tu propia mochila vital tan sobrecargada en estos dos últimos cursos, sin embargo optas cada día por "echártela a la espalda" y ofrecer a tus niños, a tus chavales, tu mejor versión, tu sonrisa en los ojos, tu fidelidad al día a día en el cole.


Así que, me detengo aquí, porque no podría poner el punto y final si describo todo cuanto hace y vive un/a Maestr@ de verdad.

Yo, solamente, quiero desearos unas muy, muy, muy FELICES VAC-ACCIONES, querid@s profes. Os merecéis cada segundo de descanso de este verano.

PD. Si quien lee esta entrada no es maestr@ pero conoce a algun@, por favor, cuando os encontréis no le sueltes el topicazo de las vacaciones, por una vez,  tan sólo DALE LAS GRACIAS.


viernes, 4 de junio de 2021

De semáforos y códigos de circulación

Cada día, desde que comenzó esta pandemia, nos ofrecen "el semáforo Covid", ya sea por municipios, por comunidades autónomas, países... 


El semáforo fue uno de los instrumentos que el ser humano motorizado creó para ordenar el caos circulatorio, ya que hemos comprobado que hay quien circula "a su bola" sin mirar quien viene detrás, ni por un costado, ni por delante. Son los que viven a fondo el "yo soy yo y... mis circunstancias se las come otro". Así que un semáforo puede conseguir que se detenga quien de otro modo no lo haría o tenga más atención o precaución quien no ve peligro en nada o quien actúa desde "el que venga detrás que arree". ¡Medudo poderío el del semáforo! Aunque ya sabemos que también existen congéneres que no entienden de colores (daltónicos por elección) y adoptan el "yo a lo mío" sin semáforo que valga.

El "rojo" sigue siendo el color que te dice "¡quieto parao!", el ambar o amarillo o naranja (curioso que no terminamos de identificar bien ese color) nos dice que estemos atentos, preparados, el verde nos dice "adelante, sin miedo, vamos allá".

No puedo evitar recordar la canción que forma parte de la memoría de la infancia de tantísimos de nosotros: "El auto feo" (por cierto: compuesta por mi queridísmo amigo Leonardo Bottaioli y el creador del espectáculo para niños Pipo Pescador y traída a España por la familia Aragón). En esa canción, como un mantra, repetíamos  aquel famoso "¡rojo...¡amarillo! y...¡¡VERDEEEE!!", así varias veces. Ese momento de la canción nos mantenía atentos, como expectantes, era esa "parada" la que ayudaba a recuperar con más ganas y emoción el viaje en el "auto feo".

Pues me parece a mí que se nos "semoforeado" la vida y que ahí, frente al semáforo, es donde se demuestra nuestra capacidad o incapacidad de respetar al otro, de actuar desde el bien común, de autoregularnos. Me explico:

  • ROJO: mi libertad termina donde comienza la tuya. Básico ¿verdad? Sin embargo, parece olvidarse en tantas acciones y decisiones desde lo más cotidiano hasta lo altos estamentos. No, nos es fácil frenarnos, contenernos, para dar paso al otro. Parece que llega a molestarnos que "el otro" tenga sus derechos y que sean tan inalienables como los míos. Hemos creado una cultura de "mis derechos" pero en la que poco se habla de "mis obligaciones". En todo caso, es "el otro" el que está obligado a escucharme, a comprenderme, a no molestarme, a... Y yo soy quien ostento el derecho a todo ello. Creo que necesitamos reconciliarnos con ese "rojo" del semáforo que me indica mis límites, que me recuerda lo bueno de detenerme allí donde el otro necesita tener paso, respirar, sentirse respetado. Ese "rojo" debiera haberse adoptado, por ejemplo, hace muchísimos años en lo que a la explotación del medio natural y la contaminación se refiere, por mencionar una cuestión que pide ya un "rojo vivo" que nos detenga. Qué decir de los "rojos vivos" aplicados a los migrantes de modo forzoso e injusto...
  • AMARILLO (ámbar o naranja): Refrenarme es bueno, quedarme en "punto muerto" un ratito va bien. Incluso ahora, con los mototres "stop-start" el coche no gasta gasolina ni contamina en ese stand-by del "amarillo". Ahí mi mirada, mi oído, mis sentido se agudizan, se afinan para "ver más allá". En el semáforo vial el "amarillo" va detrásdel rojo. Creo que en el semaforo VITAL, el amarillo va antes del rojo: sólo si me refreno y observo, sólo si me acallo y escucho, sólo si afino mi percepción, sabré cuando y donde es bueno detenerme porque estoy entrando en terrenos en os que "el otro" no me ha dado permiso para entrar. El "amarillo" es bueno y sano. Aprendemos a colorear de amarillo y tener activo el ámbar en la vida a través de los procesos de silenciamiento, de escucha activa del otro. El "amarillo" entra en el campo de la verdadera contemplación que no es pasividad, sino activa pasividad que amplía el campo de percepción.
  • VERDE: saber cuando toca arrancar, meter marcha, avanzar y hacerlo junto con los demás y hacia los demás manteniendo el ámbar activado, no sea que tenga algo de daltonismo y equivoque los colores, porque, a veces ¡yo "estoy en verde" pero el otro no. En todo caso, el verde es el color de la vida de cada día porque estamos todos en movimiento e interacción lo queramos o no y ahí es donde cada uno ha de conocer los códigos vitales que permiten una circulación sin choques aunque de vez en cuando con rasguños y embotellamientos. porque, al final, la vida conlleva eso mismo: una mezcla de caos y orden donde tú y yo estamos durante mucho tiempo, circulando con una "L" de aprendices.


P.D: Obsérvese la "lección VITAL" que conlleva la canción. En la vida hay baches, en la vida hay curvas difíciles de tomar, hay carreras que afrontar "metiendo" la marcha pertinente... Interesante. Lo mejor: tener buen@s maestr@s en el camino.


viernes, 21 de mayo de 2021

El abrazo... no siempre vale (según algunos)

El abrazo. Compañero de camino de la vida humana. Gesto natural que la pandemía ha impedido.  Cuando la distancia social llegó a nuestras vidas, perdimos el abrazo. Al cabo de un tiempo comenzaron a paracer en las redes sociales todo tipo de inventos que permitieran recuperar el abrazo. Vimos imágenes de nietos abrazando plastificadamente a sus abuelos, trabajadores de residencias abrazando a los mayores  a través de cortinas de plástico (alguna bondad del denostado plástico parece ser que permite el abrazo en tiempos de Covid).

Necesitamos abrazar y ser abrazados, es un camino incomparable de encuentro humano. En el abrazo doy y recibo, acojo y soy acogido. Corazón con corazón, en el abrazo nos damos y nos recibimos.

Así, durante estos catorce meses pandémicos, nadie ha dudado acerca del benecifio y necesidad del abrazo dado y recibido, ya sea abrazo feliz o abrazo en el dolor.

Pero llegaron ellos: la voluntaria de la cruz roja y el joven inmigrante. ¡Ay ese abrazo!

Era un abrazo imprescindible, necesario, natural, como suele decirse "era exigencia del guión" , porque si yo llego medio desmayado a una playa de otro país, si vengo de un periplo de desarraigo, de hambre, de guerra, de desesperación ¿qué puede ser más sanador que un contacto humano cálido y amoroso?. Y resulta que allí estaba una mujer con su sistema empático y solidario activo y en movimiento. Así que ese abrazo estaba llamado a acontecer como, seguramente, estaban dándose muchos otros abrazos en esa misma playa que no recibieron la atención de las cámaras.

Claro está, que quien mira el dolor humano como si de una película se tratare, situado en una distancia de despacho y sin haber bajado a pie de realidad, puede dedicarse a buscar los fallos del guion y de los actores. Y ¡vaya si encontraron fallos!

Lo que no saben es que "no vemos las cosas tal y como son, vemos las cosas tal y como somos" (frase atribuida en redes al Talmud, a Gandhi, a Newton y a mi vecina del quinto, pero frase muy acertada). Así que aquellos espectadores de la vida humana que en tal encuentro vieron un abrazo ilícito tienen un grave problema, un defícit de humanidad y una miopía desmesurada rozando la ceguera.

Somos en este occidente neoliberal, tan obtusos y tan volubles que el abrazo, el que era tan bien mirado y tan echado de menos por doquier, ahora ya no sirve si es entre una mujer blanca y joven y un chico negro y joven, si es en una playa pero no es verano, si es una playa pero no estás allí disfrutando de tus vacaciones, si es una playa de Ceuta, si es entre una voluntaria de Cruz Roja y un inmigrante. No vale el abrazo si estás tan roto que te aferras a ese cuerpo que, ¡oh desastre1, es un cuerpo joven y alguno ve ahí una tentación carnal desmedida a pesar de quien así se aferra no creo yo que este para mucha tentación más que nada porque esta medio muerto de frío, de cansancio y de dolor.

Ahora habrá que crear un pasaporte de abrazos como el de la vacunación para demostar en su momento si puedes o no abrazar o ser abrazado, no sea que escandalices al personal.

Porque, para algunos congéneres, resulta que ahora el abrazo... no siempre vale.




martes, 18 de mayo de 2021

Y seguimos buscando un centro de gravedad permanente...

Hoy no podía dejar de hacerlo: TI RIGRANZIO, FRANCO BATTIATO PER TUTTE LE TUE BELLISSIME CANZONE.GRAZIE PER ANDARE BEN OLTRE...

Gracias Franco Battiato por tu música dulce, tus letras profundas, retadoras, tan diferentes a todo... Gracias porque con mis catorce o quince años me dejaste "flipada" al verte en aquella TV de la EGB tan serio, tan tú y buscando un centro de gravedad permanente... Te quedaste grabado en mi inconsciente musical y esa frasecita me ha perseguido y he ido encontrando su sentido con el paso de los años.

Gracias eremita, poeta, trasgresor, músico... Tan tú, Battiato, tan tú que dejas sin palabras. 

Escuchar tus canciones es ir más allá... Nos impulsas a ser mejores, más genuínos, nos indicas por donde anda la cura, nos recuerdas que somos imagen divina y nos vienes a buscar con tu música para que ese centro de gravedad nos permita Danzar la danza sinfín de la Vida que siempre retorna.

Moderno "Cyrano de Bergerac" que nos dices al oído en cada canción como enamorar a la Vida y que en la estación de los amores ondea una bandera blanca en el puente que une a todos los seres humanos entre sí y con el infinito.


Vuela libre... Canta y danza ahora ya en ese infinito SER al que ya habías entregado tu ser. Te preguntabas en una de tus canciones qué quedará de ti, de todas las impresiones que has recibido en esta vida... Quedarás tú ya para siempre como armonía musical grabada en la atmósfera del mundo. Te quedas en los corazones de quienes hemos volado alto con tus canciones, de quienes hemos sentido las sorpresas de tus letras y afirmaciones cantadas. Quedarás tú, quedas tú en un acorde eterno y vibrante de tantos como seguiremos escuchando emocionados tu música.

Aquí nos quedaremos cantando contigo mientras seguimos buscando un centro de gravedad permanente en este loco y herido mundo que sigue necesitando una cura profunda.

GRAZIE FRANCO BATTIATO. ARRIVEDERCI...

martes, 4 de mayo de 2021

"Más allá" y "más acá" del mindfulness: no tirar al niño junto con el agua sucia

 El ir y venir de la mente humana, de lo que nos interesa y deja de interesar a los humanos, no deja cuando menos de causarme una sonrisa. Una de las ventajas de ir cumpliendo años, aunque no muchos, es comenzar a poder ver y reflexionar ciertos asuntos desde la famosa “perspectiva que dan los años”. Oía hablar de ella cuando era joven y pensaba que era un mantra de personas “mayores” para quitarle importancia a las opiniones y pasiones de mi joven vida.

Ahora lo entiendo porque lo percibo. Sí, los años dan una perspectiva y de eso versa la entrada de hoy en referencia a la “no moda”, “la moda” y de nuevo quizá la “no-moda” de la traída y llevada y, creo yo, maltratada “meditación”.

Espero saberme explicar porque el tema es denso y se las trae. Simplemente acudiré a mi bagaje personal, lo cual, ha de dejar claro al lector o lectora de esta entrada, que la subjetividad como siempre andará por medio como en todo pensamiento humano.

La cuestión es que a mis quince años de edad ya me encontré con adultos que me ayudaron a orar en silencio, a cerrar los ojos, a escuchar a Jesús sin hablar demasiado. Todo ello en medio, por supuesto, de una vida de grupos de fe, oración, compromiso cristiano donde la oración era también canto, gestos, símbolos, “compartires” emocionados… Pero junto a ello, la vía del silencio también me fue favorecida y nunca lo agradeceré lo suficiente, aunque he de reconocer que no hacía falta insistirme mucho puesto que por temperamento siento una irrefrenable querencia hacia el silencio como lugar donde reubicarme a pesar de ser persona que ama la conversación y las risas.

A partir de ahí para mí la oración personal siempre ha tenido mucho de silencio, de mirar y dejarme mirar, a la vez que de dejarme iluminar por la Palabra y dejarme confrontar y enseñar por la vida. Oración y vida de la mano, las dos iluminándose y nutriéndose mutuamente.

Hace más de veinte años fui sintiendo de qué modo necesitaba del más absoluto silencio en mis encuentros con Dios. Fui reaprendiendo a resituar mi corporalidad en esos procesos tan necesarios de silenciamiento que no son el Silencio, pero nos preparan a ello. Tenía cierto “recorrido”, había tenido bastantes personas significativas de las que aprender en el ámbito de mi vida cristiana. Más tarde pude enriquecerme con aportes desde el zen y, finalmente, gracias a la formación en Leibterapia personal, método Dürckheim, pude terminar de situar mi ser corporal en la vida interior de tal forma que me abrió a la hermosa experiencia de corporeizar mi ser espiritual y mi experiencia espiritual.

En este proceso, a la par, fui creando mi método de Educación de la Interioridad con mis alumnos de Secundaria en Barcelona entre los años 1999-2004. Paso a paso, con ellos, en el aula. Yo aprendía, descubría y redescubría todo un mundo maravilloso en experiencias, con cristianos y no cristianos, vivía mis cambios, recibía luces y descubría el modo de adaptar toda esa riqueza y sabiduría al mundo adolescente.

Así, un buen día (hablo de finales de los 90 del siglo pasado) comenzó a sonar por todos sitios (conferencias, artículos en periódicos, programas de TV, libros) que la ciencia corroboraba la bondad de la meditación para la vida humana. Mejoras en el cerebro, en la fisiología en general, reducción de niveles de estrés, etc. Evidentemente me alegré y siempre que alguien me hablaba de ese tema o leía algo pensaba: “qué bueno que la ciencia descubra y certifique ahora lo que el espíritu humano sabe desde siempre con razones que la razón no entiende”. Así que yo también ofrecía esos datos en mis cursos a adultos y los comentaba con mis alumnos, incluso comentábamos en el aula imágenes del cerebro mientras se medita. Pero siempre supe que lo de escuchar lo profundo de mi ser, lo de atreverme a recorrer el camino interior y, sobre todo, lo de ir al silencio, es mucho, muchísimo más que sólo una aportación para “sentirme mejor”. Tantas veces en ese silencio aúllan nuestras fieras interiores, llora nuestro niño herido, nos amenaza nuestra sombra no acogida, se nos aparecen con claridad nuestros errores y nuestros miedos…

Así han ido pasando más de veinte años. A lo largo de eso años he asistido al proceso por el cual “lo de la meditación” pasó de ser algo curioso e interesante y sonaba un nuevo método llamado “mindfulness” a ser ya un verdadero “tsunami meditacional”.  Recogiendo los estudios y prácticas del creador de la práctica de la atención plena para la reducción de los niveles de estrés (mindfulness) Jon Kabat-Zinn, ha pasado a ser un método que se aplica en casi todos los ámbitos, desde el mundo empresarial hasta la escuela. El número actual de expertos y expertas en mindfulness resulta para mí al menos, más sorprendente que el milagro de la multiplicación los panes y los peces.

Pues ahora, oh vida, proliferan estudios, artículos, libros que demuestran o medio demuestran justo lo contrario, casi, casi que meditar no sirve para nada de lo que decían que servía. Que los supuestos datos científicos no lo eran tanto, etc. En fin, lo de siempre, nos vamos de un extremo a otro, eso sí, con “datos” científicos por bandera.

Y me parece a mí que corremos una vez más el peligro de “tirar al niño con el agua sucia”. De alguna manera hemos caído en la trampa de reducir los procesos del yo profundo, los caminos de la interioridad humana a datos científicos acerca del funcionamiento cerebral y hemos dado por bueno aplicar técnicas de atención plena por ello. Pero en el camino de “normalización” de algo que hasta no hace mucho a la mayoría de las personas les parecía raro o hasta una pérdida de tiempo, hemos renunciado por ignorancia a lo que está más allá de la atención plena y más acá de la profunda vida humana: la subjetividad. En este sentido dice Éric Rommeluère en su libro “Sentarse y nada más. Una iniciación a la práctica de la meditación zen y una crítica del mindfulness”:

Los estudios consagrados a los efectos de las prácticas meditativas suponen que todos los sujetos estudiados meditan. Los maestros de meditación no están de acuerdo con este planteamiento. Trabajan con una experiencia en vivo, saben que sus estudiantes no meditan, sino que “intentan” meditar (la diferencia es fundamental). En efecto, una misma técnica de meditación puede tener efectos diferentes según la persona: para unos puede ser una fuente de apaciguamiento, y para otros, de ansiedad o de dificultad, pues el ser humano no es un material, también está constituido por sensaciones, deseos y emociones. Cada técnica reverbera de una manera particular según la historia física y psicológica de los individuos. La asiduidad y la experiencia no garantizan una meditación “exitosa”.

Especialmente relevante me parece también la alusión del autor a la relación maestro-discípulo en los caminos del zen que también yo he vivido en lo que denominamos “acompañamiento espiritual” en el ámbito cristiano.

El maestro de meditación no es el observador pasivo de un experimento en el que se analizan las entradas (edad, sexo, duración de la meditación) y las salidas (presión sanguínea y frecuencia eléctrica del cerebro) sin preocuparse de su contenido. Él sondea el núcleo de la experiencia y es consciente de estar implicado en este intento de meditación. Para él, ningún practicante es anónimo o intercambiable, dado que ninguna experiencia meditativa es similar a otra.

Como verás si has podido leer hasta aquí, lo del mindfulness me interpela, cuidado, sé el bien que hace a tantísimas personas que pierden el miedo al silencio gracias a la práctica de las ocho semanas. Sin embargo, hay algo que me genera un cierto desasosiego, lo confieso. En general, parece que el mindfulness ha eliminado prácticamente del lenguaje la palabra “meditación” u “oración”: ahora todo aquel que se aquieta, que escucha, que se detiene, que respira… “hace mindfulness”. Yo no he hecho ni hago mindfulness, ni lo haré, no siento el menor interés porque no lo necesito como herramienta ni para bajar mis niveles de estrés ni para vivir mi relación con Dios. Pero tampoco “hago” oración, sino que es la oración la que me rehace a mí. Yo, como tantos meditantes, y tantos orantes, intento orar, intento ponerme en la Presencia de ese Dios amoroso, Padre/Madre que me revela mi verdadero rostro en su rostro y ahí, sí, aquieta mis dispersiones, silencia mis ruidos, amplía mi mirada, me interpela, me reorienta… Pero el “más acá” es eso, es el camino de humanización que la oración despierta en un creyente al contacto con Dios, lo otro, lo que pasa en mi cerebro, lo que le pasa a mi riego sanguíneo, lo de mis niveles de estrés, se da por añadidura, no es falso, sucede y puede medirse, pero “no confundamos el tocino con la velocidad”.

Si no situamos bien las cosas, si no profundizamos, todo el esfuerzo amoroso que tantos y tantas hemos hecho y seguimos haciendo por traer los caminos de silenciamiento, de conexión integral e integradora con la interioridad humana especialmente en la escuela, puede que sean desdeñados en pro de los nuevos datos ciéntificos.

jueves, 29 de abril de 2021

MEDITAR ES UNA FORMA DE ENCONTRAR A JESÚS

 

“La meditación como forma de oración”, fue el tema central de la catequesis que el Santo Padre impartió, la mañana de este miércoles 28 de abril, en la cual recordó que, la práctica de la meditación no es algo exclusivo de los cristianos, sino que existe una práctica meditativa en casi todas las religiones del mundo, incluso entre personas que no tienen una visión religiosa de la vida. (Renato Martinez).


 “La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar los misterios de Cristo”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles, 28 de abril, continuando con su ciclo de catequesis dedicados a la oración. En su 31 catequesis dedicado a este tema, el Pontífice reflexionó sobre la “Meditación como forma de oración”, a partir del pasaje bíblico del Evangelio de San Juan (14,25-25; 16,12-15), en el cual Jesús anuncia a sus discípulos que, cuando venga el Espíritu Santo, “les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”.

Ponerse delante de la Revelación

En este contexto, el Santo Padre precisó que, “para un cristiano ‘meditar’ es buscar una síntesis: significa ponerse delante de la gran página de la Revelación para intentar hacerla nuestra, asumiéndola completamente”. Y el cristiano, después de haber acogido la Palabra de Dios, no la tiene cerrada dentro de sí, porque esa Palabra debe encontrarse con «otro libro», que el Catecismo llama «el de la vida». Es lo que intentamos hacer cada vez que meditamos la Palabra.

En el mundo de hoy todos necesitamos meditar

Asimismo, el Papa Francisco señaló que, la práctica de la meditación no es solamente de los cristianos, sino que existe una práctica meditativa en casi todas las religiones del mundo, incluso es una actividad difundida entre personas que no tienen una visión religiosa de la vida. “Todos necesitamos meditar, reflexionar, reencontrarnos a nosotros mismos, es una dinámica humana. Sobre todo, en el voraz mundo occidental – subrayó el Papa – se busca la meditación porque esta representa un alto terraplén contra el estrés cotidiano y el vacío que se esparce por todos lados”. La meditación es un fenómeno que hay que mirar con buenos ojos, señaló el Pontífice, de hecho, nosotros no estamos hechos para correr en continuación, poseemos una vida interior que no puede ser siempre pisoteada. Meditar es por tanto una necesidad de todos.


La oración es el encuentro con el Otro

Esta palabra, acogida en un contexto cristiano, afirmó el Santo Padre, asume una especificidad que no debe ser cancelada. La gran puerta a través de la cual pasa la oración de un bautizado – lo recordamos una vez más – es Jesucristo. También la práctica de la meditación sigue este sendero. “El cristiano, cuando reza, no aspira a la plena transparencia de sí, no se pone en búsqueda del núcleo más profundo de su yo; la oración del cristiano – precisó – es sobre todo encuentro con el Otro con la O mayúscula”. Si una experiencia de oración nos dona la paz interior, o el dominio de nosotros mismos, o la lucidez sobre el camino que emprender, estos resultados son, por así decir, efectos colaterales de la gracia de la oración cristiana que es el encuentro con Jesús.

Existen diversos métodos de meditación

El Papa Francisco también recordó que el término “meditación” a lo largo de la historia ha tenido significados diferentes. Incluso dentro del cristianismo se refiere a experiencias espirituales diferentes. Sin embargo, se pueden trazar algunas líneas comunes, y en esto nos ayuda también el Catecismo, que dice así: «Los métodos de meditación son tan diversos como diversos son los maestros espirituales. […] Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús». No es posible meditar sin la ayuda del Espíritu Santo.

El método de meditación es un camino, no una meta

Asimismo, el Santo Padre señaló que algunos métodos de meditación cristiana son muy sobrios, otros más articulados; algunos acentúan la dimensión intelectual de la persona, otros más bien la afectiva y emotiva. “Todos son importantes y dignos de ser practicados, en cuanto que pueden ayudar a la experiencia de la fe a convertirse en un acto total de la persona: no reza solo la mente del hombre, como no reza solo el sentimiento”. Por eso se debe recordar siempre que el método es un camino, no una meta: cualquier método de oración, si quiere ser cristiano, forma parte de esa sequela Christi que es la esencia de nuestra fe.

Meditar es una forma de encontrar a Jesús

Finalmente, el Papa Francisco dijo que, esta es por tanto la gracia de la oración cristiana, que Cristo no está lejos, sino que está siempre en relación con nosotros. “No hay aspecto de su persona divino-humana que no pueda convertirse para nosotros en lugar de salvación y de felicidad. Cada momento de la vida terrena de Jesús, a través de la gracia de la oración, se puede convertir para nosotros en contemporáneo”. Gracias al Espíritu Santo, también nosotros estamos presentes en los diferentes momentos de la vida de Jesús. No hay página del Evangelio en la que no haya lugar para nosotros. Meditar, para nosotros cristianos, es una forma de encontrar a Jesús. Y así, solo así, reencontrarnos con nosotros mismos.

jueves, 11 de marzo de 2021

LO FEMENINO

Escribí este poema hace ya muchos años. Sigue resonando en mí como un canto agradecido a "lo femenino" que trasciende el ser varón o mujer y tiene que ver con el dinamismo vital de la Ruaj divina, pero que en la mujer se encarna de formas tan bellas y potentes. Es un canto a mi mujer sabia, a mi loba, al Espíritu de Dios que vive en mí en todas.


A mi bien amada, a la princesa sabia, 

a la reina justa, dulce y hermosa.

A la emperatriz de mil imperios pujantes,

a la astuta gobernadora de territorios distantes.

A la capitana de los ejércitos

estratega sin par en críticos momentos.

A la sacerdotisa

que elevando al cielo su súplica de manos alzadas

y contrito corazón

reune de nuevo al ser humano con Dios.

A la mágica alquimista

que transforma en oro las escorias humanas.

A la madre de todos los hambrientos de vida,

la mujer fuente

de cuyos senos mana alimento sin par.

A la elocuente predicadora,

a la profetisa que con palabras lacerantes

que brotan de su entraña

hace nacer la lágrima purificadora.

A la sanadora que sana

desde su propia herida.

A la mujer magullada, mujer muralla

que defiende de los golpes a los indefensos.

A la maestra

que hace nacer preguntas y deseos.

A la intrépida exploradora de regiones ignotas

que desbroza caminos nuevos.

A la mística

tocada por el dedo de Dios

que abraza a todos desde su santo corazón.

A la asceta que se viste de sayal

para conseguir del olvidadizo la conversión.

A la teóloga que explora

la insondeabilidad del Misterio

y le pone una respetuosa palabra

para que se alegre el pequeño.

A la danzarina que fluye

en la danza sin fín de la Vida.

A la poetisa que dibuja con sus palabras

la inefabilidad.

A la química que mezcla lo viejo con lo nuevo

para reconciliar padres e hijos.

A la domadora de todas las fieras que consigue

que jueguen juntos el niño y el león.

A la cantora de la Belleza y la agonía

que conmueve las almas con su voz humana.

con su armonía divina.

A la virgen y madre,

a la esposa y madre, a la que acoge, engendra y cuida la Vida.

A la mujer que los hombres llevan dentro,

a las mil mujeres que las mujeres tenemos.

A lo femeninio,

al ánima:

CANTO, VIDA, ESPÍRITU,

BESO ETERNO.

viernes, 19 de febrero de 2021

PERSEVERANCIA no sólo en Marte

 

Ayer por la noche, muchos estábamos emocionados siguiendo el "amartizaje" del Perseverance en Marte. Inspirador nombrecito ese, por cierto... "Perseverance"... Perseverancia...

Cuando sigo noticias relacionadas con la carrera espacial siento una mezcla de emociones. Por un lado, es un tema que siempre me ha fascinado y más aún por mi pasión por las películas de ciencia ficción espacial, reconozco que me fascinan, no en vano pertenezco a la generación que asistió al nacimiento de Star Wars y eso, pues "imprime carácter".

Me maravilla lo que la mente científica puede conseguir y, lo de anoche, que un aparato de una tonelada, tras viajar siete meses por el espacio, decida donde aterrizar y lo haga con éxito anunciando, además su llegada como quien envía un wtsupp diciendo que ya ha está en casa,  me deja pasmada.

Claro que, luego, siempre me pasa lo mismo, brota la misma pregunta una y otra vez... No puedo evitarlo: ¿Todos esos avances tecnológicos, esa capacidad de resolver cualquier dificultad que pueda surgir allá lejos. todo es dinero invertido, toda esa entrega para ir fuera de la tierra mientras aquí, estamos como estamos? Ya sé que es una pregunta manida, que muchos se la hacen y que puede parecer que preguntarse eso es sinónimo de no querer el avance de la humanidad, pero no creo que sea eso, creo que precisamente porque una desea que la humandad avance hacia la verdadera y plena humanidad, piensa que mejor poner el énfasis en perseverar en la lucha contra el hambre, contra las enfermedades denominadas "raras" en las que casi nadie invierte un euro, contra el cáncer, contra el empobrecimiento fruto del egoísmo de los poderosos, invertir en desarticular redes de trata y esclavitud de seres humanos, invertir en ciencia para el bien de los habitantes del planeta Tierra, etc, etc, etc... 

En tiempos de pandemia, parece que pedir una ayuda al Estado cuando tus ingresos decaen o tu negocio se cierra, es una misión más arriesgada y compleja que llegar a Marte, por eso, no me duró mucho la emoción ni me quedé ahí "pasmada mirando al cielo" como aquellos discípulos que veían subir a Jesús al cielo. Algo me impele a seguir con los pies y el corazón en la Tierra.

Horas antes del amartizaje, estaba yo sentada ante mi particular "cabo cañaveral" pandémico compuesto de despacho en casa, ordenador, teclado, conexión, presentaciones, vídeos, documentos... Tocaba impartir otra formación online. Mientras el Perseverance estaba allá lejos en navegación hacia el macrocosmos, aquí nosotros estábamos en navegación hacia el microcosmos.

Mi pasión es la interioridad humana y lo que en ella se gesta y lo que de ella brota y ayudar a los niños y jóvenes a "flipar" con esa apasionante aventura que es ser persona. Y me resultan , por así decirlo, "gracioso" los esfuerzos y dineros invertidos en ir hacia fuera y muy lejos, lo atractivo que resulta, mientras desde siempre, el ser humano ha encontrado la mayor dificultad en ir "hacia dentro" y aterrizar en su verdadera humanidad. 

Esta paradoja me hace sonreír, pero soy consciente de que encierra un drama: cuando el ser humano se convierte en extranjero de sí mismo, da igual cuantos planetas visite cual "Pincipito" yéndose de casa, siempre se sentirá huérfano de algo que no sabe identificar, sentirá hambre y sed y buscará llenar esa carencia de mil cosas que no sacian. 

Sólo siendo PERSEVERANTES en el viaje interior, encontraremos un verdadero hogar y una escuela de verdadera humanidad que nos haga vivir más hermanos, más amigos, sintiéndonos miembros de una misma tripulación que está llamada a conducir esta nave-planeta-humanidad hacia buen puerto.

Necesitamos PERSERVERANCIA, sí, pero no en Marte precisamente, sino aquí en la Tierra, en el día a día. La perservancia de seguir apostando por las personas. La perseverancia de seguir aprendiendo cómo ir hacia dentro, hacia lo profundo, hacia lo genuíno, hacia lo verdadero, bello y bueno. La perseverancia de seguir creyendo y luchando por aprender a vivir como familia humana. ¡Esa sí que es una aventura increíble y asombrosa! 

viernes, 12 de febrero de 2021

MADRE


 ¿Acaso no he necesitado que me dieses a luz?

He necesitado de tu agua materna.

días flotando en ti,

dentro de ti...

Danza ingrávida

de la gravidez femenina,

danza de dos que están siendo,

una dentro de la otra.


¿Acaso no he necesitado que me dieses a luz?

Sostenida, alimentada,

nacida en ti,

dentro de ti.

Respirando y bebiendo tu agua nutriente

toda yo conectada a ti.

¿Acaso no necesité todo de ti?

Tus minerales,

tu sangre,

tu espacio,

tu oxígeno.

Comencé a ser alimentándome de ti

y tu acariciabas este mendigante ser.


¿Acaso no necesité de ti TODO?

Precisé tu empuje, tu grito y tu llanto para emerger.

Precisé tu abrazo y tu seno

para dejar atrás el vértigo de caer.

Precisé tu leche cálida.

alimento materno

para saciar mi hambre y mi sed.

Precisé tu mirada, tu voz y tu tacto.


¿Acaso no  lo pedí TODO de ti?

Te pedí tu mirada,

tu atención y tu tiempo,

te pedí tu beso

y tu voz leyéndome un cuento.

Te pedí tus entrañas de amor materno,

y tu sonrisa reconfortante.

Te pedí tus noches

y te desvelaron mis desvelos.


¿Acaso no te pedí después todo el espacio?

Necesité alejarme para ser,

despegarme, alzar mi vuelo

y tú, me dejaste ir.


¿Acaso no necesité luego volver?

y allí estábas tú en mi regreso.

esperándome sin parecerlo,

y contigo tus abrazos, tu mirada, tu sonrisa y tus besos.


¿ACASO AHORA, MADRE

NO TE LO HE DE DAR YO TODO?

En este abrazo de mutuo amor

nos reconocemos

y recibes todo cuanto generosa y amable,

amorosa y dulce,

me entregaste.

AHORAS, SÍ, TE LO HE DE DAR TODO, MADRE.

lunes, 18 de enero de 2021

Gracias a los "Mathieu" del mundo

 


VES EN TU CAMINO 

a los niños perdidos y olvidados,

dales la mano

para encaminarlos a otro mañana.

SIENTE EN EL CORAZÓN DE LA NOCHE

LA ONDA DE ESPERANZA

EL ARDOR DE LA VIDA,

SENDERO DE GLORIA.

Buenos momentos de la infancia

rápidamente olvidados, borrados...

Una luz dorada brilla sin fin.

Todo en el final del camino.

(Compositor Bruno Coulais 1954)



Hoy he recordado la deliciosa película "los chicos del coro". Es una de esas películas con las que cualquier maestro/a disfruta al máximo. Creo que empatizamos con el profesor Mathieu y su modo de educar y acompañar a esos niños, especialmente a Pierre Morhange, cerrado en sus heridas, a quien regala con sencillez y firmeza, el poder expresarse con la música, con su voz, y así, encontrar su propia voz yendo más allá de su dolor.

Nos dicen que participar en un coro es ahora mismo una actividad tremendamente arriesgada por aquello del efecto "aerosol" que provocamos al cantar. ¡Quién nos lo iba a decir! Resulta tan sumamente triste...

Pero, en todo caso, creo que cantar o dedicarse a cualquier otra actividad que nos abre la mente, que nos enseña algo, que nos otorga verdadera cultura, ha sido y será siempre peligroso, con o sin coronavirus, porque la cultura hace brotar mentes despiertas, críticas, con capacidad para pensar más allá de lo establecido haciéndose preguntas, indagando en fuentes diversas. La cultura y, en concreto, el arte, son peligrosas, mucho, por eso no interesa demasiado y por eso se prefiere la "cultura de masas", algo medio, sin demasiado fondo y con la misma forma para todos para frenar disidencias.


Hoy, evocando al genial profesor Mathieu, recordaba esta canción "ves en tu camino" y me ha emocionado especialmente porque me evoca la acción diaria que l@s maestr@s en todo el mundo están haciendo cada día.

Ellos y ellas están en esta noche de la humanidad, sintiendo y transmitiendo la "onda de esperanza" a un@s niñ@s y jóvenes que corren el peligro de ver borrados estos años deliciosos de la infancia y adolescencia demasiado rápido. Maestros y maestras en todo el mundo, yendo más allá del currículo escolar, están transmitiendo con sus gestos y palabras, con su compromiso diario, que hay una "luz dorada que brilla sin fín" en cada niño, en cada joven y se sitúan a su lado para caminar cada día, a pesar del virus, a pesar de las nulas ayudas de los gobiernos... Día a día, paso a paso, acompañan a sus alumn@s intentando de mil modos ampliar su mirada, encender su corazón.

Maestros y maestras que en el mundo entero, lo dan todo de sí y viendo en su camino niños perdidos y olvidados, les dan la mano para encaminarlos a otro mañana.


Una vez más y mil veces más: GRACIAS MAESTR@S. Gracias a los y las profesor@s Mathieu que hay por el mundo.